El Jobo

Escultor Mario Alberto Parra Brenes

Mario Parra 

Parra, creador de obras como el Monumento al boyero, ubicado en Escazú, ha sido profesor de escultura en Costa Rica, Estados Unidos, y España.

Ha ganado premios importantes en Costa Rica y otros países de Latinoamérica. Ha formado parte de múltiples exposiciones individuales y colectivas, igualmente que en festivales y simposios. Tiene extensa obra pública que puede ser admirada en diferentes lugares de Costa Rica, España y Nicaragua.

El jobo o árbol de las mil caras, es un árbol de la familia de las anacardáceas. Su nombre científico es Spondias mombin. 

Muy común a lo largo y ancho de las bajuras calientes, húmedas o secas, en ambas vertientes del territorio nacional, el jobo es un elegante árbol de tronco recto y esbelto, con una copa no muy amplia formada por unas pocas ramas muy largas.

Se le puede confundir muy fácilmente con el cedro amargo pero los jobos son muy fáciles de reconocer gracias a su corteza gruesa y áspera cubierta de gruesos verdugones verticales que parecen cicatrices. Sus frutos son amarillos al madurar, carnosos, jugosos, de sabor agridulce. En tiempos de cosecha sus copas son visitadas por gran cantidad de aves, murciélagos, monos y otros mamíferos arborícolas que buscan alimentarse de estos suculentos frutos.

Los cerdos, tanto los domésticos como los silvestres, muestran una predilección casi obsesiva con estos frutos y son capaces de olfatearlos y encontrarlos en el suelo a cientos de metros de distancia. También los humanos consumen esos frutos, directamente, o en forma de siropes, refrescos, gelatinas, en bebidas como sidras y vinos, además, infusiones de sus hojas, flores, cortezas y raíces, se utilizan para curar infecciones de transmisión sexual, la malaria y la gripe. Nuestros abuelos y campesinos mezclaban la ceniza de la madera del jobo con sebo de res y calentaban esta mezcla, a fuego lento, para obtener un jabón de excelente calidad.

Por ser de corteza muy texturada, el rocío de la montaña se desliza suavemente por ella y se deposita en la base del árbol; así, sus raíces saturadas de agua, convierten al jobo en fuente de agua y como refugio en caso de incendios forestales; y por la misma razón es uno de los árboles favoritos de baquianos e indígenas.

La corteza del jobo es muy gruesa y corchosa, y en todo el mundo se le utiliza como materia prima para elaborar artesanías, esculturas y piezas talladas de gran belleza y es ideal para el oficio de la talla directa, especialmente para la elaboración de miniaturas y la restauración en imaginería. Al permitir que se talle en todas las direcciones, a favor del hilo y en contra de éste, su madera facilita la tarea de las gubias y las brocas y el proceso de lijar, patinar, pegar y machimbrar; además acepta tintes y pinturas, y encerado y lubricado con aceites, con lo cual se mejora su aspecto. 

El nombre jobo es un derivado de los vocablos obo u hobo de la lengua créole de Haití, y se reproduce muy fácilmente por medio de postes vivos con los cuales se pueden establecer arboledas o cercas vivas rápida y fácilmente. Son famosos los cercados de jobo en la isla de Chira, en el Golfo de Nicoya. 

Escultor Mario Alberto Parra Brenes