Ecuador: la erosión del río Coca nuevamente amenaza oleoductos y a una carretera
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
El Recurso Hídrico
Los expertos aseguran que la erosión del río Coca tardará años en estabilizarse. Mientras tanto, todas las comunidades en las riberas y las obras de infraestructura se encuentran en grave riesgo.
Aunque se han hecho variantes para los oleoductos y la carretera, la situación es tan crítica que estas opciones se están agotando y lo más recomendable es buscar nuevos trazados lejos del valle del río Coca. Las comunidades afectadas por la sedimentación del río, aguas abajo, siguen sin recibir atención adecuada por parte del gobierno.
La desaparición de la cascada San Rafael en febrero de 2020 fue solo el primer anuncio de un problema ambiental, social y económico de gigantescas proporciones en Ecuador. La erosión en el valle del río Coca, en la Amazonía ecuatoriana, entre las provincias de Napo y Sucumbíos, se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza. La presa de captación de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, varias líneas de oleoductos, una carretera y decenas de comunidades indígenas que viven en las riberas del río se encuentran en grave riesgo.
En menos de dos años la erosión ya ha avanzado cerca de 11 kilómetros aguas arriba y aunque en los últimos meses hubo cierta calma pues el fenómeno se había desacelerado, el pasado 3 de diciembre las alarmas se encendieron porque la erosión comprometió nuevamente a los oleoductos y a una carretera nacional.
“Este fin de semana [4 y 5 de diciembre], el fenómeno natural de erosión regresiva alcanzó el cauce del río Piedra Fina y amenaza la desestabilización de la carretera E45 que conecta Quito con Lago Agrio, al igual que el sistema de oleoductos en la zona”, informó la empresa OCP que tiene a su cargo el oleoducto de crudos pesados.
Además, el 12 de diciembre el gobierno ecuatoriano declaró “la fuerza mayor” sobre sus exportaciones de petróleo debido al avance acelerado de la erosión. Se trata de una medida estatal que apunta a evitar posibles reclamos de los compradores en el mercado internacional, ya que pueden existir demoras en las entregas de crudo.
Se van acabando las opciones
Las alertas empezaron hace poco más de una semana y, ante el inminente riesgo que representa la erosión del río Coca, la empresa estatal petrolera Petroecuador y la empresa OCP decidieron suspender el bombeo de crudo en sus oleoductos. OCP tomó esa decisión desde la media mañana del 8 de diciembre y comenzó a vaciar la tubería, de manera que si la erosión la alcanzara, no hubiera riesgo de derrame. Su gerente de Operaciones, Roberto Grijalva, aseguró que “la erosión regresiva sobre el Río Coca es un fenómeno natural que ha venido avanzando de manera impredecible desde hace más de un año, tiempo durante el cual hemos construido ocho bypasses temporales [secciones de tubería que se encuentran desviadas de la trayectoria original de transmisión], dos variantes definitivas y una variante adicional que está en construcción”.
Por su parte, Petroecuador, en un comunicado del 10 de diciembre, indicó que la erosión registrada en el río Piedra Fina —tributario del Coca— ha producido afectaciones en la vía Baeza – Lago Agrio y podría poner en riesgo la infraestructura del sistema de transporte de petróleo del país. “Se mantienen suspendidas las operaciones de bombeo de crudo y derivados de combustibles a través del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE) y el Poliducto Shushufindi – Quito”.
Además, el sábado 11 de diciembre, el gerente de Petroecuador y el ministro de Energía y Recursos Naturales No Renovables, Juan Carlos Bermeo, hicieron una visita a la zona: decidieron instalar una cámara para monitorear el área y así garantizar la seguridad de los trabajadores y la infraestructura; verificaron la construcción de un bypass emergente de 280 metros que permitirá retomar el bombeo de hidrocarburos, y decidieron continuar con la séptima variante del SOTE (una tubería alterna) para garantizar el normal transporte de petróleo y gasolinas.
En opinión de Carolina Bernal, ingeniera geóloga y docente de la la Escuela Politécnica Nacional, para proteger los oleoductos, la carretera y las poblaciones ya no son suficientes las obras civiles, “se necesita una gestión de riesgo, trabajar con la población y las empresas petroleras”. Para Bernal, hacer más variantes es algo que podría no ser tan viable ya que todo el valle del río Coca se encuentra en riesgo y la erosión es un proceso que tardará años en estabilizarse.
La experta formó parte de la Junta Consultora de la Corporación Eléctrica del Ecuador (CELEC) que recomendó la creación de una Comisión Ejecutora que analizó todas las opciones de respuesta al gran problema de la erosión y ordenó un robusto estudio fluvio morfológico donde se solicitó declarar al valle del río Coca como zona de desastre. “Toda la infraestructura que está allí tiene una amenaza alta la cual debe ser estudiada y gestionada”, comenta.
Emilio Cobo, miembro del Observatorio de Ríos Andinos, asegura que la erosión en el río Piedra Fina comprometió la vía definitivamente, “ya no hay margen para correrla más hacia la montaña porque es una ladera muy pendiente. La misma suerte corren los oleoductos”. A este complejo panorama Cobo le añade que en ese lado del río está el volcán Reventador y el mapa de riesgos volcánicos indica que el peligro es muy alto. “Las variantes tendrán que hacerlas por el otro lado y eso va a tener un costo muy alto a nivel económico y ambiental porque hay un bosque biodiverso y muy bien conservado. Se necesita un trazado nuevo tanto para los oleoductos como para la vía, se causará deforestación, pero tampoco hay más alternativas para unas obras que el país necesita, es un problema bastante complejo”, indica.
La erosión viene por tres frentes
La erosión del río Coca y de varios de sus tributarios es un problema sin precedentes en Ecuador. “No solo se trata de la erosión regresiva, la que va aguas arriba y amenaza a la captación de la hidroeléctrica, sino de una erosión que se causa a profundidad, por eso ahora el río está más abajo, y una erosión lateral donde el río se va comiendo el valle a lo ancho”, comenta la ingeniera geóloga Carolina Bernal.
La experta enfatiza en que la erosión nunca se ha detenido, solo que la que avanza aguas arriba y amenaza a la presa de captación es la que se ha desacelerado. Sin embargo, “este tipo de erosión se acelera con los picos de caudales en épocas de lluvia. Vamos a ver qué pasa después de febrero de 2022 cuando se reinicie la temporada invernal”.
La erosión que las autoridades y las empresas están reportando en estos primeros días de diciembre es la lateral, que ya está viajando por los ríos tributarios del Coca como el río Piedra Fina. Bernal asegura que el Coca y el Piedrafina deben encontrarse en el mismo nivel de terreno pero, debido a la erosión, el Coca quedó muy bajo mientras que el tributario está más arriba. “Piedra Fina está entrando en erosión para nivelarse con su río principal. Un proceso similar ya ocurrió en el río Montana cuando se destruyó un puente hace varios meses”, cuenta Bernal.
El colapso de la cascada San Rafael en el 2020 tomó por sorpresa al gobierno ecuatoriano, que no se imaginó que un fenómeno de esta magnitud se pudiera presentar y que, según los expertos, tardó varios meses en entender la gravedad del problema. Desde mediados del año pasado las autoridades competentes se han concentrado en implementar varias medidas de protección, casi todas ellas enfocadas en desacelerar la erosión regresiva, es decir, la que avanza aguas arriba y se acerca a la presa de captación de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair.
“Se construyeron varios muros temporales que ayudaron a ralentizar el proceso y eso debería darle más tiempo al gobierno para hacer estudios y modelamientos más profundos para hacer unas obras definitivas”, dice Emilio Cobo.
Las obras definitivas se basarán en una tecnología conocida como Jet-Grouting —que utiliza la inyección de fluidos a muy alta velocidad, sustituyendo parcialmente el material erosionado y mezclándolo con un agente de cementación para formar un nuevo material—. “Ojalá esto se dé pronto porque en los primeros meses de 2022 empieza nuevamente la época invernal y es muy difícil intervenir el río”, dice Cobo.
Sin embargo, la incertidumbre respecto a la efectividad de estas obras es muy grande, hay un gran margen de error. “Estos procesos de erosión se han visto antes y se han hecho obras para desniveles de 10 metros pero jamás los expertos se han enfrentado a desniveles de 120 y 150 metros como ocurre en el Coca”, asegura Carolina Bernal.
Aguas abajo hay un drama que no ha recibido atención
Carolina Bernal y Emilio Cobo coinciden en que el gobierno ecuatoriano se ha concentrado en darle manejo a lo que ocurre aguas arriba de la desaparecida cascada San Rafael pero tienen una gran deuda pendiente con lo que ocurre aguas abajo.
“Es un drama que no ha recibido una respuesta adecuada y contundente por parte del gobierno. Las comunidades están en una situación de abandono”, dice Cobo y agrega que la cantidad de sedimentos que está bajando por el río tiene un impacto en los procesos ecológicos y fluviales, donde las poblaciones de peces se han reducido y la navegación del río se ha visto afectada.
Cobo destaca que en este momento se han removido cerca de 120 millones de m3 de sedimentos, una parte de los cuales van disueltos en las aguas y un porcentaje grande se va almacenando y sedimentando aguas abajo, haciendo que las poblaciones que habitan en las riberas estén más expuestas a inundaciones, se pierdan los cultivos y que las bases de algunos puentes empiecen a socavarse.
Desde abril de 2020, cuando más de 15 000 galones de petróleo se derramaron sobre el río Coca, luego de que la erosión provocó la rotura de los oleoductos, decenas de comunidades indígenas kichwa fueron afectadas por la contaminación de las aguas y hasta el momento aseguran que no ha habido una reparación adecuada por parte del Estado.
“Las acciones limitadas e ineficaces ante el peor derrame de la década no solo no repararon los daños causados, sino que ahondaron en profundas vulneraciones que hoy se concretaron: la pérdida de chacras, cultivos de consumo familiar, frutales y otras especies como los yutzos, que crecen a las orillas formando una red con sus raíces entrelazadas que sostenían los terrenos y evitaban los deslizamientos que hoy se producen”, dice una reciente denuncia pública de la Alianza por los Derechos Humanos de Ecuador.
Las comunidades kichwa interpusieron una acción extraordinaria de protección en junio de 2021 pero hasta el momento la Corte Constitucional no ha fijado una fecha para la audiencia pública.
En la denuncia de la Alianza, producto de una visita de verificación realizada el 30 de noviembre, también se hace referencia a los problemas mencionados por Cobo y Bernal. “Pudimos constatar cómo los esteros asociados al río Coca —tales como la quebrada Manduro— se encuentran desecados por el aumento de la sedimentación, el deslizamiento y erosión regresiva en las orillas, y la presencia de árboles muertos, palos y ramas quemados por el petróleo, lo cual complejiza la navegación e impide el uso seguro del río”.
Los oleoductos SOTE, OCP y Shushufindi dejaron de bombear debido al riesgo por la erosión del río Coca. Foto: Petroecuador.
Además, aguas abajo no solo hay afectaciones para las comunidades sino que los riesgos nuevamente alcanzan a la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair pues allí se ubican la casa de máquinas y la zona donde las aguas que han pasado por turbinas vuelven al río. “Se necesita que haya un desnivel entre el sitio donde se restituyen las aguas y el lecho del río para que no haya problemas con la casa de máquinas. El punto es que, con la sedimentación, la pendiente disminuye y ante una creciente del río se verá amenazada la casa de máquinas y eso es terrible. Lo único que se puede hacer en ese caso es dragar”, dice Carolina Bernal.
La erosión lateral del río Coca tiene hoy en jaque a una carretera y a tres importantes oleoductos del país, mientras que la erosión regresiva podría acelerarse nuevamente en pocos meses, cuando llegue la temporada invernal. Por otro lado, “la atención del gobierno se ha centrado en la protección de la captación del proyecto hidroeléctrico pero no se ha hecho mucho para mitigar los daños aguas abajo”, destaca Emilio Cobo y las comunidades kichwa que siguen alzando su voz en búsqueda de soluciones y reparación dan cuenta de esta afirmación. Lo único cierto, según los expertos, es que Ecuador tendrá que seguir lidiando con los riesgos de la erosión del río durante muchos años más.
Fuente
Diciembre, 2021