Conseguir agua, batalla cotidiana en El Impenetrable argentino
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
Acceso al Recurso Hídrico
Junto a las casas de ladrillos o adobe de El Impenetrable, zona salvaje de bosque y pastizales en el norte de Argentina, asoman enormes barriles plásticos. Están allí para almacenar el agua de lluvia recolectada en los techos de chapa acanalados de las viviendas. Sin embargo, los barriles están vacíos, porque hace dos años, cuentan los pobladores, que casi no llueve.
“Este último tiempo la cosa viene muy mal. Llovió un día en septiembre, pero muy poca cantidad”, cuenta Francisco Montes, quien tiene su casa desde hace 35 años en una amplia zona despejada que se abre en medio de un paisaje monótono de árboles y arbustos, a varios kilómetros de los vecinos más cercanos.
En el camino de tierra que lleva hasta allí, es raro encontrar una persona o algún vehículo, pero en cambio es fácil toparse con vacas, cabras, caballos y hasta algún cerdo, ya que los animales domésticos se crían sueltos en esta zona, para que la recorran libremente en la ardua búsqueda de pastos verdes y tiernos.
Ubicado en la porción argentina del Chaco –la gran llanura boscosa que cubre más de un millón de kilómetros cuadrados compartida con Paraguay y Bolivia-, el Impenetrable fue bautizado así no solamente por su vegetación cerrada y su escasez de caminos.
El ecosistema de unos cuatro millones de hectáreas debe su nombre también, justamente, por la falta de agua, que tiñe la mayor parte de la vegetación de un tono amarillento y se hace más dramática por la combinación con temperaturas que pueden ser sofocantes.
De las sequías a las inundaciones
Las lluvias suelen estar concentradas en apenas tres meses, coincidentes con el verano austral. Y han sido escasas desde que se tiene memoria en esta parte del Chaco. Pero hace dos años que la situación es peor que de costumbre, porque “la seca”, como la llaman por aquí, se ha enseñado con El Impenetrable, después de que en 2018 y 2019 personas y animales sufrieran por graves inundaciones, debido a que llovió tres veces el promedio histórico.
A falta de agua potable de la red, Montes, quien vive aislado junto a su esposa, es uno de los mejor equipados en la zona para lidiar con un escenario complejo, porque en su campo no solo tiene una gran cisterna de cemento con capacidad para almacenar miles de litros de agua de lluvia, que últimamente es de escasa utilidad.
También cuenta con un pozo de 11 metros de profundidad que le permite extraer agua de las napas subterráneas. Pero tampoco es suficiente. “El agua es muy salobre. Habría que ir por lo menos 20 metros para abajo para sacar agua buena”, explica a IPS.
Montes, de todas maneras, a sus 73 años tiene la resignación de quien ha vivido toda una vida sabiendo que el agua es un bien escaso. “En otras épocas directamente tomábamos el agua del río o la que se juntaba en algún pozo, cuando se juntaba”, recuerda.
Se refiere a uno de los brazos del Bermejo, uno de los ríos más importantes de la cuenca del Plata, que nace en Bolivia y pasa a unos 500 metros de su campo. El Bermejito –como llaman a ese brazo- es uno de los muy escasos cursos de agua de El Impenetrable y torna a la vegetación de sus orillas de un verde profundo que no es habitual en el lugar.
A pocos kilómetros de la casa de Montes, y cerca de la entrada del Parque Nacional El Impenetrable –área protegida de 128 000 hectáreas creada en 2014-, hay una instalación con un techo de chapa colector de agua de lluvia de 160 metros cuadrados, con dos tanques que pueden almacenar 40 000 litros.
Fue construido en 2019, para aprovisionar a los vecinos de la zona, en el marco de “Bosques Nativos y Comunidad”.
Se trata de un programa del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible –sostenido con un préstamo de 58,7 millones de dólares del Banco Mundial y 2,5 millones del Estado nacional- que busca generar arraigo de las comunidades en territorios donde no existen fuentes de empleo.
Bosques Nativos y Comunidad beneficia a comunidades rurales vulnerables tanto criollas como indígenas a través de obras de infraestructura y capacitaciones orientadas a un manejo sustentable de los recursos naturales.
El programa tiene como una de sus prioridades el impulso a uso de energías renovables y ha instalado tanto paneles solares para la generación de energía eléctrica como cocinas solares, en zonas donde el combustible más usado tradicionalmente es la leña.
De acuerdo a datos oficiales, la iniciativa ha beneficiado hasta ahora a 1200 familias de 60 comunidades de distintas provincias del país, buena parte de ellas en El Chaco y el resto del norte argentino.
Esteban Argañaraz habita tan solo a 100 metros del colector de agua de lluvia, a veces va a buscar agua a los tanques comunitarios, aunque tampoco le alcanza, y entonces recurre a la compra de agua potable en el pueblo más cercano, Miraflores, que está separado de su casa por 60 kilómetros de un duro y polvoriento camino de tierra.
“Traje este año un tanque de 8000 litros de agua. Cuesta 700 pesos (unos siete dólares), pero lo complicado es el transporte, que cobra 4000 pesos más (40 dólares)”, explica a IPS Argañaraz, mientras muestra el pozo que fue cavado enfrente de su casa para acumular agua destinada a los animales y al riego, que está totalmente seco.
De hecho, Argañaraz, de 60 años y quien comparte su aislamiento con su mujer, tiene una huerta en su casa para cultivar verduras y frutas, pero prácticamente ha tenido que abandonarla desde 2020, por falta de agua. La delgadez de vacas y cabras dan otro testimonio directo de la realidad.
Los pobladores de El Impenetrable rara vez consiguen vender algún animal y casi todos sobreviven con asistencia social. Este ecosistema –degradado ambientalmente por la economía extractiva- forma parte de la región Nordeste argentina, que tiene los índices de pobreza más altos del país, con 45,4 por ciento de la población en esa condición.
Pero incluso en los centros urbanos la realidad es compleja. De hecho, la capital Resistencia, de 300 000 habitantes, tiene el mayor índice de pobreza de la Argentina, con 51,9 por ciento.
La imprevisibilidad, siempre
“La principal característica de las lluvias en (la provincia argentina del) Chaco es su alta variabilidad: hay ciclos de años secos, normales y húmedos. El otro dato muy claro es que la mayor parte se concentra en una parte del año: en el caso de El Impenetrable, la estación lluviosa dura solo tres meses”, explica a IPS el ingeniero en recursos hídricos Hugo Rohrmann, expresidente de la Administración Provincial del Agua del Chaco.
El especialista apunta otro dato importante: las lluvias en El Impenetrable suelen ser de entre 600 y 800 milímetros anuales, pero la evaporación, debido a un calor que puede llegar a los 50 grados C en verano, es ampliamente superior y alcanza hasta los 1100 milímetros.
“Por eso no se forman esteros ni acuíferos con capacidad para abastecer una población y no queda otra que captar agua de lluvia, que también es escasa. La falta de agua se hace cada vez más patente y hace cada vez más difícil la vida a las poblaciones”, completa Rohrmann desde Resistencia, la capital provincial.
Constaza Mozzoni, una bióloga de Buenos Aires que vive hace dos años en El Impenetrable haciendo trabajo social, tiene una respuesta categórica cuando se le pregunta cómo es la vida de las poblaciones locales, que incluyen criollos e indígenas: “Todo gira alrededor de cómo conseguir agua”, resume a IPS.
Mozzoni trabaja para la fundación Rewilding Argentina, una organización dedicada a la conservación ambiental que desarrolla tareas en el Parque Nacional El Impenetrable y sus alrededores, y vive en una casa prefabricada que también tiene techo recolector de agua de lluvia.
La fundación, de todas maneras, garantiza a todo su personal la provisión de agua envasada que es traída desde el pueblo de Miraflores, que es el único camino seguro en El Impenetrable.
Fuente:
Noviembre, 2021