Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía: 22 % de las tierras de América Latina están degradadas

“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”

El fenómeno de la sequía

  • Al menos 379 millones de hectáreas de América Latina, una superficie superior a tres veces el tamaño de Colombia, ya están degradadas, es decir, son suelos incapaces de sostener cultivos o sus ecosistemas originales.

  • El 36 % de la superficie latinoamericana ya se compone de ecosistemas áridos, donde hay menor biodiversidad y se dificulta la vida humana.

  • Actividades humanas como la agricultura y la ganadería agravan la degradación del suelo cuando no se realizan con métodos sostenibles. Solo se podrá recuperar la salud de las tierras cuando estos sectores incorporen mejores prácticas.

La sequía cada vez se resiente más en América Latina. Al menos 17 millones de personas se han visto afectadas por la sequía entre el 2000 y el 2019 en Latinoamérica, de acuerdo con datos de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés), entidad multilateral encargada de liderar la toma de conciencia sobre este tema. Adicionalmente, según el organismo, el número y la duración de las sequías han aumentado en un 29 % desde el año 2000 a nivel mundial.

De no cambiar las tendencias actuales, para el 2050 al menos tres cuartas partes de la población mundial sufrirán por las sequías. Entre las consecuencias de la sequía están  la degradación de tierras, es decir, la incapacidad del suelo para proveer cultivos o sostener los ecosistemas que tenía. También está la desertificación que hace a la tierra más árida.

César Suárez, coordinador de Territorios y Tierras Resilientes en WWF Colombia, explica estas dos condiciones como “la pérdida de las condiciones físicas y ecológicas de los suelos, lo que se asocia con los usos que les hemos dado para producción de alimentos y al cambio climático”.

Añade que el uso de agroquímicos en exceso transforma los componentes biológicos naturales de los suelos.

John Aguilar, especialista en investigaciones geo satelitales en Gaia Amazonas, una fundación ambiental colombiana parte de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), explica que la situación de sequía y desertificación se debe al “cambio del uso del suelo, dado por los procesos de deforestación asociados a la ampliación de la frontera agrícola y el endurecimiento de las superficies”.

Asimismo, señala que el transformar las coberturas vegetales naturales modifica toda la estructura del suelo “impactando en su capacidad de regulación de nutrientes y en la retención de agua”.

Afectaciones en Latinoamérica

El tema es preocupante porque los periodos secos se están acentuando: solo en 2022 y 2023, una de cada cuatro personas a nivel mundial fue afectada por la sequía, de las cuales el 85 % estaba en los países de renta baja y media.

Latinoamérica ha sufrido la situación directamente. En 2024, debido a la sequía ha habido fuertes incendios forestales en Chile, Venezuela y Colombia, así como racionamientos de agua en 277 ciudades en este país, incluida Bogotá, causados por un acentuado Fenómeno del Niño, de acuerdo con el Ministerio de Ambiente.

El Cono Sur también ha padecido la sequía. En Chile está presente desde hace más de 20 años y en la Patagonia argentina hay pastizales degradados. Otra zona altamente afectada es Centroamérica y México.

En Centroamérica, por ejemplo, durante 2021, al menos 6.4 millones de personas perdieron sus cultivos en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, una cifra tres veces superior a la de 2019, de acuerdo con la UNCCD. “En estos países, muchos campesinos lo único que tienen es su pedazo de tierra y si esta se degrada por la sequía, se termina de dañar y se aumenta la competencia por los recursos, también por eso las personas migran”, señala Andrea Meza, secretaria ejecutiva adjunta de la UNCCD.

Mientras que en los países amazónicos se ha registrado una pérdida del 4 % de la superficie acuática entre los años 2013 y 2022, según datos de la plataforma de monitoreo Mapbiomas Agua.

“No estamos dando la prioridad necesaria a la salud de los suelos. En el mundo, cada año estamos perdiendo más de 100 millones de hectáreas de tierras sanas, equivalente al tamaño de Bolivia. Estamos perdiendo capacidad para la agricultura y afectando los ciclos del agua”, resalta Meza.

Efectos de la sequía, cada vez más evidentes

En Colombia ha habido racionamientos de agua y los incendios forestales consumieron más de 28 000 hectáreas a principios del 2024. En el país, al menos el 40 % de sus suelos están afectados por la erosión en distintos grados, de acuerdo con cifras de la UNCCD.

John Aguilar, especialista en investigaciones geo satelitales en Gaia Amazonas, una fundación ambiental colombiana parte de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), explica que la deforestación en los Andes colombianos ha incidido en la “disminución de la infiltración de agua en los suelos”, aumentando la susceptibilidad de los suelos a la erosión por precipitación, “pues ya no existe la vegetación que regulaba el flujo hídrico”. Esto, a su vez, aumenta los sedimentos en los ríos, “disminuye la capacidad de almacenamiento de agua de los embalses de hidroeléctricas y aumenta los costos de potabilización de agua, ya que hay más sedimentos que remover”.

Aguilar agrega que la región vive “temporadas de sequía más prolongadas y épocas de lluvia más intensas pero de menor duración, disminuyendo la disponibilidad de agua y acelerando la desertificación”.

En el Cono Sur de América, las presiones también han incrementado. En Chile, a partir de la sequía “hay menos vegetación. El desierto va avanzando hacia el sur. Cuando llueve, el agua no se retiene en el suelo por la vegetación, sino que sigue superficialmente y el suelo se sigue deteriorando. En los pastizales, menos lluvia y viento favorecen que se erosione la capa vegetal superior que almacena el carbono”, explica Mercedes Ibañez, líder de la Patagonia para la organización The Nature Conservancy, así como geógrafa de la Pontificia Universidad Católica de Chile y diplomada en Desarrollo Territorial y Económico Sustentable.

Los pastizales de la Patagonia argentina y el Gran Chaco también están siendo degradados. Los expertos consultados señalan que el cambio climático y la actividad humana directa en la zona también son responsables. Solo en Argentina, durante el 2022 la sequía afectó a unas 22 millones de hectáreas, casi el 10 % de su territorio nacional.

Vincent Vos, coordinador de investigación del Proyecto Salud Planetaria y Responsable del Departamento de Investigación de Manejo Integral de Bosques, del Instituto de Investigaciones Forestales de la Amazonía, en la Universidad Autónoma del Beni José Ballivián en Bolivia, insiste que la sequía observada en 2023 en la Amazonía es preocupante:. “Ya se habla del colapso del ecosistema amazónico y que se convertiría en pastos. Ahora en el norte de Bolivia los ríos no cuentan con agua pese a ser época de lluvia”.

Vos recuerda que la fauna y la flora se ven afectadas, por ejemplo, animales como el jaguar padecen la deforestación y quedan acorralados por los incendios.

Meza comenta que todos los sectores económicos deben contribuir a la recuperación de los suelos. En especial, señala,  se debe controlar “la deforestación y el cambio del uso de los suelos sin planeación u ordenamiento territorial”. Buena parte de la solución, menciona, está en el sector agropecuario: “La sequía los afecta porque ya no pueden producir igual. El objetivo es que incorporen elementos más sostenibles que, además, les permiten tener mayor resiliencia a la sequía y tener mayor productividad”,

Iniciativas que dan esperanza

No todo son malas noticias. En Latinoamérica se están desarrollando iniciativas para recuperar las cualidades del suelo y los ecosistemas.

En la Patagonia argentina, por ejemplo, desde hace dos años funciona un proyecto en en el ecosistema de pastizales en la provincia de Neuquén en Argentina y en la región de Magallanes en Chile.

La iniciativa es desarrollada por The Nature Conservancy, organización que ha trabajado con 50 ganaderos de ovejas y el objetivo es mejorar los suelos en 10 millones de hectáreas para 2030.

“Hay un 80 % de desertificación, al menos el 35 % ya está en estado de desertificación grave”, explica Ibañez. Esta situación se debe al cambio climático y a un pastoreo intensivo de más de 200 años en la zona.

La organización trabaja con las comunidades para la implementación de las buenas prácticas de ganadería, disminuyendo el pastoreo intensivo. Entre las técnicas usadas están la rotación de pastizales, es decir, que las ovejas no puedan pastar siempre en las mismas zonas, sino que dan espacio a que las áreas se recuperen durante un tiempo después de que fueron explotadas. “Las ovejas terminan siendo más gordas, lo que también beneficia al productor”, señala.

También incluyen la restricción de pastoreo en zonas de humedales, por su importancia ambiental, ya que son grandes depósitos de carbono. Ibañez asegura que ganaderos de reses se unirán al proyecto.

Meza, por su parte, señala que “debemos estar mejor preparados, adaptarnos a la sequía. Necesitar conservar, manejar y restaurar los ecosistemas. Solo vamos a llegar a las metas climáticas del planeta cuidando el suelo”.

Vos considera que “está creciendo la conciencia en algunas regiones”. Sin embargo, resalta que “la pregunta es si será a tiempo. La mayoría de la población aún no se entera y solo se preocupa por tener gasolina u otros servicios para su vida”.

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Junio, 2024