Deslave en Las Tejerías: “Muchos de los desastres que hemos vivido es porque el hombre ha ocupado el territorio del río” | Entrevista
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
Reflexiones
A una semana del deslave que arrasó con la población de Las Tejerías, Mongabay Latam conversó con el ingeniero hidráulico, José Luis López Sánchez, acerca de la disminución en el país de estaciones metereológicas, de la urbanización en zonas no permitidas y de las obras de retención de sedimentos y de canalización en las quebradas que están sin mantenimiento y en algunos casos obsoletas.
La noche del pasado sábado 8 de octubre, un deslave en la ladera de los cerros en la ciudad de Las Tejerías, en el estado de Aragua, a 67 kilómetros de Caracas, arrastró sedimentos, vehículos, rocas y enormes árboles que terminaron con decenas de vidas y cientos de viviendas. Una semana después, el número de víctimas fatales llega a 50 y se registran 56 personas desaparecidas, de acuerdo con el último balance oficial del gobierno de Nicolás Maduro.
Más de 3000 funcionarios de distintos entes y órganos de seguridad ciudadana fueron desplegados en esta ciudad de Venezuela, según informó el canal de televisión Telesur. Además, el presidente Nicolás Maduro declaró Las Tejerías zona de desastre y catástrofe natural y decretó tres días de duelo.
La representante de la Organización de Naciones Unidas en Caracas, Laura Melo, por su parte, sostuvo que el Programa Mundial de Alimentos de la ONU está a disposición para brindar ayuda a los afectados.
¿Pero qué fue lo que provocó el deslave y la consecuente tragedia?
Dos días antes de la emergencia, el presidente Maduro había anunciado que más de un tercio del país (120 municipios) estaba en alerta por las lluvias y sostuvo que “el cambio climático sin lugar a dudas se refleja”.
Para el investigador del Instituto de mecánica de fluidos de la facultad de ingeniería de la Universidad Central de Venezuela, José Luis López Sánchez, aunque el detonante de lo ocurrido en Las Tejerías fue efectivamente las lluvias que este año, debido al fenómeno de La Niña y al ciclón Julia, se han reportado más intensas que de costumbre, lo ocurrido en Las Tejerías no puede ser atribuido únicamente al cambio climático, sino a la ausencia de medidas que permitan mitigar sus efectos.
—¿Está lloviendo en este momento?
—No, ha salido el sol. Pero durante los últimos meses prácticamente todos los días han estado nublados y ha llovido continuamente.
La lluvia en esta época del año proviene de lo que llaman la Zona de Convergencia Intertropical donde convergen grandes masas de aire cálido y húmedo. Pero este año en particular la cosa se ha complicado más porque tenemos el fenómeno de La Niña, que para nosotros significa más lluvia y, además, el ciclón Julia. Eso ha complicado un poco el panorama y ha estado lloviendo más de lo normal.
—¿Eso es algo que se percibe o que también se mide?
—Ambas cosas. En la Universidad tenemos una estación meteorológica que ha reportado más lluvias. Pero tenemos realmente en el país una falla en las mediciones hidrometeorológicas. El número de estaciones que están operativas ha disminuido drásticamente desde hace unos 10 años y entonces a veces ocurren lluvias en cuencas importantes del país, que han causado víctimas, y resulta que no sabemos cuánta agua cayó, no sabemos si la lluvia fue extraordinaria o no.
—¿A qué se debe?
—Hay varios factores. Algunas estaciones han sido vandalizadas. Se han abandonado y entonces roban los equipos, los materiales. Además hay una falta de mantenimiento. Se ha perdido capacidad en las instituciones porque también el personal técnico, profesional y bien preparado se está yendo del país.
El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (INAMEH) monitorea todas las actividades de mediciones meteorológicas en el país y si tú entras al sitio web puedes ver cuáles son las estaciones que están operativas. Encuentras un mapa de Venezuela con puntitos que representan las estaciones. Si tu pinchas en cada uno de esos puntitos te aparece el nombre de la estación y sus coordenadas.
El año 2006 el Ministerio del Ambiente reportaba 630 estaciones. En este momento, si entro a la página del INAMEH, me da que son 80 más o menos. Entonces te preguntas: ¿estas son las estaciones que están operativas en el país cuando teníamos más de 600 hace 15 años?
—¿Es posible, entonces, asegurar que lo que ha ocurrido en Las Tejerías es producto de una lluvia extraordinaria?
—Hay una estación que estaba en Las Tejerías y parece que efectivamente fue una lluvia extraordinaria, pero muchas de las inundaciones son debido a la intervención del hombre en las cuencas: se obstruyen los cauces, se cambia la cobertura vegetal y eso produce que las crecientes sean más fuertes, más violentas, más repentinas.
En Caracas, por ejemplo, se ha cambiado la cobertura vegetal. Hace 50 o 60 años una gran proporción de la cuenca tenía vegetación que permitía la infiltración del agua de lluvia. Ahora no, ahora la mayoría de la cuenca está impermeabilizada. Es asfalto, pavimento. Eso hace que las aguas de escorrentías se conecten y confluyan más rápidamente a los sitios de descarga. En otras palabras, el desarrollo urbanístico, la impermeabilización de las cuencas, hace que los caudales aumenten.
La canalización del río Guaire, que es el río principal de la ciudad de Caracas, fue construida en los años sesenta, basado en un estudio hidrológico de finales de los años cincuenta cuando la cuenca era otra. Si se repitiera el estudio veríamos que los caudales son mayores. Entonces la canalización del principal afluente, que recibe todas las lluvias que caen en el valle Caracas, está obsoleta. Hay una obsolescencia del sistema de drenaje porque la cuenca se ha modificado por impermeabilización.
—¿Y ese sería también el caso de Las Tejerías?
—Ese es un caso diferente porque ahí se ha intervenido el cauce directamente. Las Tejerías está al pie de la montaña y por ahí bajan varias quebradas. Una de ellas, la quebrada de Los Patos, es la que causó el desastre.
Todas las gargantas de las quebradas, que es la parte angosta antes de llegar al valle, están invadidas por viviendas. Hay una ocupación desordenada, incontrolada de viviendas en las gargantas de las quebradas que son cursos torrenciales.
Imagínate un árbol; las ramas del árbol se unen y salen por el tronco. Aquí es lo mismo: en lo alto de la cuenca los tributarios se unen por lo que es ahí donde se concentra el flujo que sale por la garganta de la quebrada que ha sido ocupada por viviendas. Esa fue una de las causas por la cual se produjo este desastre.
—¿A eso se refiere cuando dice que no todo es culpa del cambio climático?
—Sí, exactamente. No todo es culpa del cambio climático. Muchos de los desastres que hemos vivido es porque el hombre ha ocupado el territorio del río, no es el río el que se mete en el territorio del hombre.
—¿Y la población más afectada es la más vulnerable?
—Exactamente, que es la que está asentada en la garganta, pero también la población que está más abajo, en el abanico fluvial.
—¿A qué se refiere?
—Cuando el curso torrencial sale de la montaña y encuentra una zona más plana, se reduce su velocidad y por ende su capacidad de transportar sedimentos. El área entonces se sedimenta, se obstruye el cauce. Cuando viene el siguiente flujo torrencial, se abre un nuevo cauce al lado. De esa manera se van abriendo diferentes cauces partiendo de un vértice al pie de la montaña y formando lo que se llama el abanico aluvial, porque tiene justamente forma de abanico. Esa zona, que es también territorio del río, ha sido también ocupada por el hombre.
En esta oportunidad el río se salió de su cauce. Había un puente, pasó por ese puente, lo destruyó, se abrió otro cauce al lado y arrasó con las viviendas que había en el abanico aluvial.
—¿Tampoco debería entonces haber viviendas en el abanico aluvial?
—No deberían haber viviendas si no hay protección aguas arriba. Los japoneses, por ejemplo, que tienen muy poca tierra han ocupado los abanicos aluviales, pero estos están súper protegidos con numerosas presas.
El objetivo de una presa es retener el sedimento que trae el flujo, de manera que solo pase el agua con poco sedimento y muy fino.
Yo estuve una vez en Kyoto y pregunté cuántas presas han construido para protegerse, porque de la montaña salen como 20 quebradas que pasan por la ciudad de Kioto y descargan al mar. Algo similar a lo que ocurre en Vargas (el actual estado de Guaira en Venezuela y donde murieron, en 1999, miles de personas producto de un conjunto de deslaves de tierra). Me dijeron: “Por ahora tenemos 500”. Habían construido 500 presas para protegerse de los aludes torrenciales y además habían canalizado muy bien las quebradas con franjas de protección a los lados, por lo que si el río se desborda éste puede expandirse hacia una zona segura. Entonces sí puede ocuparse un abanico fluvial, pero solo si está muy bien protegido.
—En 2019 usted señaló en una entrevista en El Pitazo que Vargas no estaba protegido si se presenta un nuevo deslave. ¿Cuál es la situación allí?
—Después de la tragedia de 1999, Vargas hizo un esfuerzo extraordinario. Se canalizaron 24 quebradas y en ellas se construyeron 63 presas de retención de sedimentos en un tiempo muy breve, entre 2001 y 2008.
En 2005 hubo unas crecientes extraordinarias y en ese momento ya se habían construido como 24 presas. Algunas de ellas realmente salvaron a la población de Maiquetía por donde pasan dos quebradas.
Pero esas presas con el tiempo por supuesto comenzaron a sedimentarse, que es lo lógico porque fueron construidas para retener sedimentos. Yo estimo que el 70 % de las obras están actualmente sedimentadas y eso también quiere decir que han dejado de proteger a la población.
—¿Por qué?
—Porque hay que remover los sedimentos acumulados en las presas, sacarlos y utilizarlos en construcción o llevarlos a otro sitio para que las presas tengan ese espacio abierto para poder retener el próximo alud torrencial.
La mayoría de las canalizaciones también están sedimentadas. No se les ha hecho mantenimiento y hay que quitarles el sedimentos para que puedan recuperar su capacidad de conducción, para que la canalización pueda conducir la creciente sin desbordarse.
—Volviendo a Las Tejerías, ¿qué responsabilidad le cae entonces al gobierno considerando todo lo que explica?
—Hay leyes, tenemos normas que se han creado en los últimos 15 años. Tenemos la ley del ambiente, la ley de gestión de riesgos, la ley de hidrología y meteorología, la ley de bosques y gestión forestal, una cantidad de leyes que establecen, por ejemplo, una franja protectora a cada lado de la quebrada que no puede ser ocupada por viviendas.
Tenemos también instituciones que se han creado: el Viceministerio de Gestión de Riesgos que se creó después de la tragedia de Vargas. Tenemos también una agencia de actividades espaciales porque se adquirieron satélites que están midiendo, observando al país, cosa que es fundamental para la gestión de riesgos. También tenemos el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología para centralizar todo lo relacionado con las mediciones meteorológicas.
Tenemos también planes de ordenamiento que se han creado, donde se establecen pautas y un reglamento de uso para las diferentes zonas.
En ese sentido, creo que sí hay una responsabilidad porque se sigue permitiendo la ocupación anárquica de viviendas en los ríos. Ahí tiene que haber una responsabilidad indudable de las autoridades.
Falta voluntad política para ejercer la norma, falta capacidad gerencial también y percibo que hay muchas autoridades que son muy abiertas, pero hay otras que son incapaces de generar sinergia con la academia debido a motivos políticos.
—¿Cuál es el lugar que ocupa la gestión para la mitigación del cambio climático en un país en crisis como Venezuela?
—Realmente no conozco cuál es el plan del gobierno en ese sentido, pero reforzar la red meteorológica, por ejemplo, es fundamental para estar mejor preparados y poder enfrentar el cambio climático. Tenemos que conocer la cantidad de lluvia que está cayendo y lo que ocurrió en Las Tejerías es una enseñanza porque tenemos otras quebradas que están en una situación similar.
Fuente:
Octubre, 2022