Pesca para el cambio: la gestión de los peces más grandes de la Amazonía empodera a las mujeres
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La elevada demanda del mercado llevó al declive en las cifras de paiche y la prohibición de su pesca a finales de los 90, aunque la pesca ilegal para el mercado negro continuó.
Según un artículo reciente, el sistema de cogestión que ha ayudado a estos peces a recuperarse también ofrece nuevas oportunidades para las mujeres de las comunidades pesqueras.
Las mujeres que trabajan en la cogestión tienen ingresos independientes y reciben un respeto por su papel con el que no contaban antes, aunque aún hace falta trabajo para cimentar esos logros.
Cuando la época de la captura llega a la Amazonía, el día de Irlene de Graças da Cunha de Figueiredo gira entorno a los peces. Durante unos días cada año, cuando las aguas del río están altas, ella y su comunidad de São Raimundo comparten un propósito singular: capturar un pez enorme al que llaman pirarucu. Irlene está a cargo de un grupo de mujeres que procesan esos peces.
Del amanecer al anochecer, trabajan rápidamente para destripar miles de kilos de pirarucu antes de sumergirlos en hielo para enviarlos al mercado.
Es un trabajo duro, pero es un cambio drástico en comparación con hace unos años cuando Irlene trabajaba en la agricultura de subsistencia, pero no recibía un sueldo. Gracias al sistema de cogestión en el que las comunidades amazónicas participan en la gestión del pirarucu, también conocido como paiche, mujeres como Irlene pueden ganar su propio salario independiente al de sus maridos o sus padres.
En muchas comunidades, las mujeres también han obtenido un nivel de respeto en la industria pesquera del que antes no gozaban.
“El cambio más grande fue aprender, con el intercambio de conocimiento de mujeres que trabajan juntas, a ver la fuerza de las mujeres, su entusiasmo por conseguir unos ingresos que pueden decir que son solo suyos”, escribió Irlene en un mensaje de WhatsApp sobre su experiencia en la pesca. “Esta felicidad de tener su propio dinero y decidir solas cómo utilizarlo es muy gratificante y aumenta la libertad de las mujeres”.
Un nuevo estudio liderado por Carolina Freitas, doctorada recientemente por la Universidad Federal de Río Grande del Norte, cuantifica cómo la cogestión ha iniciado un proceso de “desinvisibilización” para las mujeres en estas comunidades. Mediante entrevistas a 143 mujeres que viven en 54 comunidades pesqueras a lo largo del río Yuruá, el equipo de Freitas descubrió que las mujeres que trabajan en comunidades con cogestión del paiche obtenían de media unos ingresos anuales de 215 dólares estadounidenses. En comunidades sin este sistema, el promedio anual para las mujeres era de cero.
“Decimos que es como el pez del cambio”, dijo en una entrevista de video el coautor João Campos-Silva, ecólogo en la Universidad Federal de Alagoas e investigador posdoctoral de la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida. “El paiche puede mostrar cómo podemos construir un camino de desarrollo para la Amazonía”.
Nuevo sistema, nuevas oportunidades
El paiche, que puede medir más de 3 metros y pesar 180 kilos o más, es el pez escamado más grande del planeta. En los 90, también era uno de los más amenazados gracias a la sobrepesca y a un mercado negro feroz. Los números bajaron tanto que se prohibió la pesca de paiche, aunque esa prohibición no ayudó a detener la pesca ilegal.
Eso empezó a cambiar a principios de los 2000, cuando IBAMA, la agencia ambiental brasileña, introdujo la cogestión. Con este sistema, las propias comunidades pesqueras calculan la abundancia anual de paiche en su región. Durante la estación seca de agosto a noviembre, cuando los paiches están confinados a pequeños estanques, los lugareños los cuentan directamente. Eso es posible porque estos peces inusuales deben salir a la superficie cada 15 minutos, aproximadamente, para respirar.
El sistema también reduce la pesca al exigir a las comunidades que protejan los estanques en los que se refugian estos peces cuando el nivel de agua en los ríos es bajo, además les paga por monitorear a los infractores. La pesca de paiche sigue estando prohibida fuera de las zonas de cogestión y, en ellas, los pueblos que tienen una cuota asignada tienen una temporada que solo dura de dos a cinco días para pescar.
Aunque las mujeres siempre habían participado en la pesca de alguna manera, históricamente no se reconocía ni compensaba su trabajo. El arrastre de la enorme captura estaba limitado a los hombres y era una habilidad que pasaba de padres a hijos. Según los autores del estudio, las tareas como cocinar en los campamentos de pesca o limpiar la captura se veían como una extensión de las tareas domésticas de las mujeres y, por lo tanto, no se pagaban.
Con el nuevo sistema, llegó tal cantidad de trabajo que, en muchas comunidades, no podían encargarse de hacerlo solo los hombres. Las mujeres empezaron a ocupar diferentes papeles, desde contar los paiches a medirlos para los informes de IBAMA, prepararlos para su entrega al mercado e incluso pescarlos durante la breve e intensa época de pesca.
Freitas lo vio por primera vez cuando estaba haciendo su investigación de doctorado en cogestión de paiche e hizo un seguimiento de la captura.
“Al hablar con ellas, empecé a notar lo importante que era su participación, cómo incorporaba tantas implicaciones”, escribió Freitas en un correo electrónico a Mongabay. Su equipo descubrió que a medida que las mujeres adoptaban estos nuevos papeles, algunos de sus vecinos empezaban a aceptarlas como miembros importantes de la actividad pesquera. “Una vez empieza ese empoderamiento en cualquier actividad, afecta de forma natural al empoderamiento de las mujeres en general: en su vida cotidiana, en su casa, en su comunidad”.
Los beneficios económicos de esta participación también son destacables, ya que los 215 dólares medios de ingresos anuales, según calcularon los investigadores, son una suma considerable localmente.
Probablemente este dinero tenga un efecto que va mucho más allá de la persona, dijo Sarah Harper, investigadora posdoctoral que estudia el papel de las mujeres en la pesca mundial en el Instituto para los océanos y la pesca de la Universidad de Columbia Británica y que no participó en el estudio. Según Harper, cuando las mujeres ganan un salario independiente, ese dinero suele ir de forma desproporcionada a recursos centrados en la familia, como la educación de los hijos y una comida más nutritiva.
“Ayuda a cambiar la dinámica en el hogar y puede crear las condiciones para que las mujeres sean más autosuficientes”, dijo Harper. “La capacidad de las mujeres de tomar decisiones vitales estratégicas se ve afianzada por la necesidad de tener ingresos, y a menudo suele ser en beneficio de sus familias e hijos”.
La comunidad de Yuruá en conjunto también se benefició de este influjo de capital que permitió la compra de nuevos barcos y financió una atención sanitaria que antes estaba fuera de su alcance.
Y con todo esto, el pez en el núcleo de estos cambios ha estado avanzando hacia la recuperación. En un artículo de 2019, Campos-Silva y sus coautores descubrieron que las poblaciones de paiche habían aumentado en todos los lagos protegidos excepto uno entre 2005 y 2016 con un índice de crecimiento medio del 76 %. En un lago, la población experimentó un auténtico estallido y aumentó en un 1129,9 %.
Asegurar el papel de las mujeres en el futuro
Sin embargo, aún queda trabajo por hacer para continuar con el progreso social que está empezando a desarrollarse en la Amazonía. La coautora Priscila Lopes, profesora de ecología en la Universidad Federal de Río Grande del Norte, que estudia a las mujeres en la pesca en Brasil, señaló que el empoderamiento ayuda a las pescadoras a darse cuenta de la desigualdad que impregna el sistema a su alrededor. Por ejemplo, Lopes dijo que cuando las mujeres iban a pequeños hospitales locales por temas de salud causados por la pesca, el personal sanitario no se creía sus historias, en particular si llevaban las uñas pintadas o iban bien peinadas.
En muchas de las comunidades que estudió el equipo de Freitas, tanto dentro como fuera de las áreas de cogestión, la toma de decisiones en la pesca sigue estando persistentemente dominada por los hombres.
Harper dijo que, como el empoderamiento de las mujeres era un efecto secundario del sistema de gestión, esta parte del sistema podría resistirse al cambio de forma natural. También añadió que no había garantía de que el papel de las mujeres en las comunidades permaneciera si la actividad pesquera cambiaba.
En otras pesquerías, las ONG han obtenido logros al ofrecer talleres centrados específicamente en derribar las normas de género. Esos debates específicos, junto con cambios estructurales —como proporcionar servicio de guardería durante las reuniones sobre la pesca— podrían introducir a las mujeres en el proceso de la toma de decisiones y hacer que los beneficios sean más robustos.
Freitas y Campos-Silva expresaron la esperanza de que este tipo de cambios estén en el horizonte. Su experiencia en la Amazonía inspiró a los dos investigadores a fundar el Instituto Juruá, una organización sin ánimo de lucro centrada en llevar la gestión sostenible, cimentada en el conocimiento local y la igualdad, a más comunidades amazónicas.
“En mi opinión, a veces cuando hablamos de conservación con los conservacionistas parece que es algo al final del camino, algo que hay que alcanzar”, dijo Campos-Silva. “Debería ser una forma de vida. Debería significar una vida mejor. Y pienso que de verdad podemos desarrollar otro paradigma de desarrollo local y conservación en la Amazonía, y espero que podamos verlo a gran escala en un futuro cercano”.
Fuente:
Claudia Geib
Octubre, 2020