Ríos imposibles: las 171.000 barreras que rompen el curso de agua en España
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
Ríos del Planeta
El país batió en 2021 su récord de demoliciones de infraestructuras que alteran los ecosistemas fluviales. La eliminación de estos obstáculos en Europa está encabezada por Francia y Suecia
No hace falta un muro muy grande para alterar un río. Del más de un millón de obstáculos que el proyecto Amber estimó en 2020 que había en las corrientes fluviales de Europa, dos terceras partes tienen menos de dos metros de altura, como estas 35 barreras transversales del río Caudal a su paso por Mieres del Camino (Asturias). Se trata de unas bandas dispuestas sobre el lecho con el objetivo de frenar la corriente denominadas rampas o nervios. “Una pequeña barrera formada por simples piedras puede ser como la cordillera del Himalaya para algunos peces o insectos”, incide Rafael Seiz, técnico del programa de Agua de WWF España, que asegura que ya solo la modificación de la velocidad es suficiente para cambiar por completo un espacio fluvial.
En el río Pas a la altura de San Martín y San Vicente de Toranzo (Cantabria) se suceden otros 30 de estos obstáculos inventariados por la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC), uno cada 150 metros. Según este organismo, unas obras para intentar domar los ríos que “hoy probablemente no se harían”.
En 2021 España batió su récord de demoliciones de estos obstáculos en los ríos, 108, entre ellos, una presa de 13 metros, la de Anllarinos (en León), y sobre todo barreras de reducido tamaño ya en desuso. Aunque está clara la utilidad de las obras hidráulicas, hay muchas construcciones que con los años han quedado obsoletas o actuaciones que ya no parecen acordes con los tiempos actuales.
Como recalca Seiz, “el derribo de infraestructuras hidráulicas ha pasado de ser casi una cuestión tabú a convertirse en una actividad normal de las administraciones” para recuperar estos valiosos ecosistemas. En la actualidad, se considera que liberar estas corrientes, dejándolas también que puedan ocupar sus márgenes, no solo tiene grandes ventajas ambientales, sino que es la mejor forma de evitar daños en las crecidas. Sin embargo, esta visión sigue generando fuertes debates. “El río Pas es un río muy furioso, por eso se canalizó con escolleras en la década de los noventa y se pusieron esos saltos para frenar el impulso del agua”, defiende Mónica Quevedo, alcaldesa de Corvera de Toranzo y San Vicente de Toranzo, que cuenta que en diciembre de 2021 se produjeron unas fuertes inundaciones que se llevaron parte de estas barreras: “Estamos peleando para que lo arreglen”.
“Las autoridades hidrológicas quieren ríos naturales, en su propia naturaleza, pero el nuestro tiene que ser controlado, pues antes se iba hacia los prados y el pueblo”, incide la edil cántabra, que reconoce que la propia canalización del río vuelve más rápida la corriente. “Es verdad que ahora choca y rebota contra las escolleras cogiendo más fuerza, pero es una pena que la inversión tan grande que hizo el Gobierno central no sirva para nada”, concluye.
Otro ejemplo muy llamativo es el río Cuerpo de Hombre, en la Sierra de Béjar y Candelario, en Salamanca. En este curso fluvial de 50 kilómetros se contabilizan 31 infraestructuras, la mayoría azudes, el obstáculo más común con diferencia en las cuencas fluviales de España: unas presas de pequeño tamaño con las que derivar parte de la corriente (para regar o generar energía hidroeléctrica) que en teoría deben dejar pasar agua por encima. La mayor concentración de azudes del Cuerpo de Hombre se da a la altura de Béjar, donde en el pasado la fuerza del agua se utilizaba para mover los batanes y telares de numerosos talleres textiles.
“Yo he llorado por este río”, asegura el pescador José Antonio López sobre el Cuerpo de Hombre, una corriente de 50 kilómetros que concentra 31 presas y azudes
En este punto, el río se encajona entre antiguas fábricas y árboles de ribera, en una extraña mezcla de naturaleza y área industrial. Bajo la fresca sombra de alisos, sauces y fresnos, canta un ruiseñor y se oye la música del agua. Sin embargo, la melodía de la corriente cambia abruptamente una y otra vez, con ritmos casi mecánicos: un azud deriva parte del agua hasta uno de los viejos edificios, hoy reconvertido en central hidroeléctrica, y la devuelve unos cientos de metros más abajo, justo antes del siguiente azud. Más que un río se trata una gigantesca central eléctrica. “Ahora mismo es imposible que remonte ninguna trucha”, se lamenta José Antonio López, profesor de un instituto de la zona y pescador volcado en la recuperación de este curso fluvial. “Yo he llorado por este río”, asegura.
Aunque se sabía que la fragmentación de las cuencas fluviales era un problema en Europa, realmente no había datos generales hasta que en 2020 se publicaron en Nature los resultados del proyecto Amber, un gigantesco trabajo de campo por 2.715 kilómetros de ríos europeos, que concluyó que en las corrientes del continente hay más de 1,2 millones de obstáculos. En el caso de España, este trabajo contabilizó 19.492 barreras en los tramos fluviales, de las que la gran mayoría, 17.005, eran azudes como los de Cuerpo de Hombre. No obstante, también encontró que los inventarios oficiales dejan fuera el 75% de estos obstáculos, por lo que estimó que en los ríos españoles debe haber en realidad más de 171.000 de estas interrupciones. Esto supone una barrera cada 1,1 kilómetros, cuando la media en Europa es de una cada 1,3 kilómetros.
En algunos tramos de Cuerpo de Hombre, apenas hay 200 metros entre azudes. “Este ha sido uno de los ríos más castigados”, cuenta el pescador López, de 54 años e hijo de antiguos trabajadores de una fábrica textil, que recuerda que cuando era pequeño se asomaba al puente “y un día el agua bajaba roja, otro azul, otro amarilla, dependía de la moda en ese momento en el Corte Inglés”. Esta corriente de montaña muestra muy bien cómo en las últimas décadas se ha avanzado en Europa sobre todo en la calidad de las aguas, pero no tanto en que los ríos puedan comportarse como tales. Mientras recorre su orilla, el profesor se indigna cuando pasa junto a un azud que deja bajo mínimos el curso del agua para derivarla a una central hidroeléctrica y no pierde de vista las sombras bajo la corriente, en busca de alguna trucha, “de las autóctonas, no las de repoblación”. Cuando se construyeron muchos de estos azudes en el pasado, no había que garantizar el paso de peces ni cumplir otros requisitos ambientales actuales. Sin embargo, para el pescador, esto no cambia nada. “Si tú guardas un coche antiguo en el garaje que no tiene cinturón de seguridad ni ITV, lo sacas a la carretera y te para la guardia civil, tú diles a los agentes que cuando lo compraste no era obligatorio, a ver qué te dicen”, ironiza López.
“Hay que empezar por lo fácil: quitar los obstáculos que no proporcionan ningún servicio hoy en día”, resume el investigador Carlos García de Leaniz
En la Universidad de Swansea, en el Reino Unido, trabaja Carlos García de Leaniz, el investigador principal del proyecto Amber, que asegura que lo que más rompe los ríos no son las presas, sino la acumulación de infraestructuras más pequeñas, como vados, entubados, azudes… Según este catedrático de biología acuática, tradicionalmente se ha buscado resolver esta fragmentación de los cursos fluviales con pasos para peces, “calculados además para especies como salmones, que son las medallas olímpicas de la natación”. Sin embargo, recalca que esto es mucho más que un problema de peces. El investigador asegura que todo se entiende mejor cuando se piensa en un río como si fuera una cinta transportadora que lleva sedimentos: cuando hay un obstáculo en el camino, los sedimentos se acumulan ahí, mientras la cinta transportadora sigue moviéndose. Esto tiene muchas implicaciones en la fuerza con la que se desplaza el agua, en la erosión que provoca y en el retroceso de estuarios y playas, donde la cinta transportadora llega con muchos menos aportes que antes. “Hay que empezar por lo fácil: quitar los obstáculos que no proporcionan ningún servicio hoy en día”, resume el investigador, que destaca que una de cada cuatro barreras de los ríos está fuera de uso.
La Estrategia de la UE sobre Biodiversidad para 2030 fija como objetivo para los próximos ocho años recuperar al menos 25.000 kilómetros de ríos en los países europeos para que vuelvan a fluir libres. En el Ministerio para la Transición Ecológica, Francisco Javier Sánchez, subdirector General de Protección de las Aguas y Gestión de Riesgos, defiende que aunque la eliminación de estas infraestructuras todavía genera debates muy pasionales son muchas las ventajas de quitar estos obstáculos. “Uno de los cambios más bestiales ha sido el del Manzanares de Madrid, que pasó de ser una colección de embalses a convertirse en un río”, señala. En España, este proceso de restauración de los ecosistemas fluviales coincide además en los próximos años con el final de muchas concesiones para la explotación de los ríos. Según el representante del ministerio, “la inmensa mayoría de las extinciones son de pequeños azudes”, aunque también hay de presas de mayor tamaño.
Hace solo unos días, el Tribunal de Justicia de Madrid dictó que la empresa Enel Green Power España debe encargarse de la demolición de la presa de Hozseca, en Guadalajara, al considerar finalizada la concesión tras más de 110 años de explotación hidroeléctrica, como defendía la Confederación Hidrográfica del Tajo, Ríos con Vida y WWF España. Para Rafael Seiz, representante de la organización ecologista, “este es un ejemplo icónico en la eliminación de obstáculos en los ríos por tratarse de una presa obsoleta dentro de un espacio protegido [el Parque Natural del Alto Tajo], pero también por haber obligado la Administración al concesionario a asumir la eliminación de la infraestructura”.
WWF España también defiende la demolición de otras dos presas antiguas en la misma zona para las que termina la concesión, La Rocha y Molino de Arriba. En un informe de 2021, esta organización identificaba 5.400 obstáculos como prioritarios para derribar en todo el país, con cuya eliminación calcula que se pueden liberar más de 17.000 kilómetros de ríos. Seiz reconoce que la demolición no siempre es una opción válida, pero considera que se trata de la alternativa más fácil, directa y barata.
Una de las mayores polémicas hoy en día se da en la presa de Los Toranes, sobre el río Mijares, en Teruel. Esta infraestructura también es antigua, de 1943. Su concesión de explotación hidroeléctrica terminó y un informe de la Confederación Hidrográfica del Júcar sostiene que su mantenimiento es “contrario al interés público, a las exigencias medioambientales y al plan hidrológico”, además de “dudosa” su rentabilidad. Sin embargo, su derribo se ha encontrado con una fuerte oposición. “Para hablar de esta central hay que ser de aquí”, reivindica el alcalde de Olba, Federico Manuel Martín, que defiende que la planta hidroeléctrica sigue siendo rentable. “No es una simple presa, además de producir energía limpia, es fundamental para la captación de agua de helicópteros antiincendios, y también resulta interesante para el aprovechamiento agrícola y para el turismo”. Según el edil turolense, “si ponemos en la balanza lo positivo y lo negativo de la presa, gana lo positivo”. De momento, la demolición está parada, a la espera de que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid resuelva el recurso presentado por Iberdrola, que rechaza que la demolición sea a su cargo.
“Se piensa que las presas y los azudes son como las pirámides de Egipto, que no se pueden tocar, pero esto no es así. Necesitamos estas infraestructuras, por supuesto, pero con el conocimiento del siglo XXI”, recalca la directora del programa de Dam Removal Europe
Para Pao Fernández Garrido, directora del programa de Dam Removal Europe de la World Fish Migration Foundation, la primera razón para eliminar estas obras antiguas es la seguridad. “Se piensa que las presas y los azudes son como las pirámides de Egipto, que no se pueden tocar, pero esto no es así. Necesitamos estas infraestructuras, por supuesto, pero con el conocimiento del siglo XXI. Cuando dejan de ser útiles, hay que retirarlas”, comenta la representante del informe que lleva el recuento de las demoliciones de obstáculos en Europa. Como asegura, si bien España eliminó más barreras que nadie en 2021, en el cómputo global los países que llevan más demoliciones para liberar los ríos son Francia (más de 2.400) y Suecia (más de 1.600) —ambas naciones incluyen en estas estadísticas los derribos que ocurren de forma natural—. En comparación, España acumula 500 barreras retiradas, mientras que Portugal, Montenegro y Eslovaquia llevaron a cabo en 2021 su primera demolición.
“Nuestros ríos han dejado de ser productivos, en otros continentes no entienden que aquí no haya ya pesca comercial”, llama la atención Fernández Garrido, que recuerda que el informe del Índice de Planeta Vivo de 2020 estimó que en 50 años la población de los peces migratorios ha descendido un 93% en Europa. “Tenemos una trombosis en nuestros ríos, necesitamos volver a conectarlos y darlos continuidad, al igual que ocurre con las venas de un cuerpo”, diagnostica la directora del programa de Dam Removal Europe.
Fuente:
Junio, 2022