Una mirada al sector energético privado en Perú | LIBRO

“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”

Infraestructura Hídrica

Proyecto hidroeléctrico en el río Urubamba, cerca de Machu Picchu Pueblo. Crédito: Rhett Butler.

  • Killeen explica cómo el crecimiento hidroenergético del Perú está asociado a la privatización del sector y a su vínculo con el gremio minero, un gran consumidor de electricidad en el país. Ello ha permitido que la gran mayoría de ciudades y zonas rurales cuente con energía.

  • Sin embargo, las resistencias contra los megaproyectos persisten, especialmente en las zonas orientales del país. Esta vez el río Marañón es el mas codiciado y donde la mayoría de proyectos se concentra.

  • El escándalo de corrupción de Lava Jato fue un duro golpe contra los proyectos hidroeléctricos en Perú que tenía planificada la empresa privada Odebrecht. Desde entonces, otras compañías vienen asumiendo el reto.

Perú ha disfrutado de niveles históricos de crecimiento económico durante más de dos décadas, principalmente debido a la expansión del sector de la minería que es un gran consumidor de energía eléctrica. De igual forma, ha avanzado en el suministro de energía eléctrica asequible a sus ciudadanos, incluidas las pequeñas ciudades y las zonas rurales a través de una red nacional que ahora integra la mayoría de las regiones costeras y de la sierra, así como las principales zonas de colonización en las tierras bajas tropicales. Cabe mencionar que Iquitos sigue siendo la única gran zona urbana no conectada a la red nacional, y existen planes para hacer ese enlace a corto plazo.

La consolidación del sector eléctrico peruano ha ido acompañada de un sólido crecimiento en la generación, que ha aumentado en torno al 150 % desde 2005. Aproximadamente el 35 % de la electricidad del país proviene de la energía hidroeléctrica, que se obtiene por igual de las cuencas hidrográficas del Pacífico y del Amazonas. Los proyectos en la vertiente occidental de la Cordillera Occidental suelen gozar de subvenciones por su potencial de regadíos, pero esos recursos son intrínsecamente limitados debido a la inestabilidad de lluvias en los Andes. En consecuencia, la mayor parte de la futura expansión tendrá lugar en la vertiente oriental de los Andes.

Capacidad hidroeléctrica existente, planificada y potencial de las principales cuencas de los ríos amazónicos. CC BY 4.0.

A principios de la década de los años 90, el monopolio eléctrico estatal, integrado verticalmente, se dividió en múltiples unidades dedicadas a la generación, transmisión y distribución. El papel del Estado se limitaba a desarrollar políticas, hacer cumplir las regulaciones y otorgar concesiones. Para el 2017, existían 54 empresas distintas que suministraban energía a la red peruana, donde la más grande de ellas provee alrededor del 20% de la energía eléctrica de todo el país. El desarrollo del sector eléctrico peruano se produjo después del descubrimiento del yacimiento de gas ubicado en Camisea, que favoreció la inversión en generación térmica por ser menos intensiva en capital en comparación con la energía hidroeléctrica. En el futuro, sin embargo, el estado peruano pretende disminuir su dependencia de la energía térmica y promover la inversión en energías renovables. El plan oficial incluye la energía hidroeléctrica a pequeña escala, sin considerar a la mediana y gran escala como renovables.

La exclusión del sector hidroeléctrico tradicional de Perú es irónica, porque objetivamente puede calificarse de sostenible, donde la mayoría de las centrales eléctricas existentes son sistemas D&T que aprovechan las caídas topográficas ubicadas en las cuencas altas, lo que limita su impacto ambiental y social. Incluso los proyectos con embalses relativamente grandes tienen una huella espacial mucho más pequeña en comparación con las instalaciones D&R situadas a menor altitud. Al igual que en Bolivia, consisten en dos o tres unidades de mediana escala organizadas en cascada, con agua reciclada de una central a otra, como ser Mantaro I y II, de 1000 MW; Santa Teresa I y II, de 500 MW; y San Gabín II y III de 313 MW.

El rechazo a la energía hidroeléctrica convencional es consecuencia de los intentos fallidos de desarrollar instalaciones D&R a gran escala en las estribaciones de los Andes, donde grandes ríos pasan por un desfiladero angosto. En 2008, los gobiernos de Alan García (Perú) y Lula da Silva (Brasil) firmaron un Memorando de Entendimiento que buscaba integrar los mercados energéticos de ambos países mediante el desarrollo de los recursos hidroeléctricos peruanos utilizando tecnología y capital brasileños.

El acuerdo se firmó durante el auge de las inversiones en represas en Tocantins, Xingu y Madeira e involucró a las mismas empresas que estaban diseñando, financiando y construyendo esas represas hidroeléctricas en Brasil. La iniciativa se centró en localidades del sur de Perú, donde el Corredor Interoceánico ofreció un derecho de paso para que las líneas de transmisión pudieran conectar con la línea HVDC que da servicio a las presas del río Madeira.

Cae la noche sobre la playa de Tupen (ubicada en la región Amazonas, en Perú). La luz ilumina el río Marañón y las laderas de los cerros. Este es uno de los pueblos que sería inundado si es que la represa Chadin II se llega a construir. Foto: Diego Pérez / WWF.

El primer megaproyecto que se llevó a cabo fue un complejo D&R en el desfiladero donde el río Inambari sale de los Andes. El proyecto inmediatamente se volvió polémico, ya que sus detractores coordinaron acciones en foros locales, nacionales e internacionales, demostrando exitosamente que presentaba graves deficiencias, donde el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (OSINERGMIN) se negó a aprobar su EIA en 2011. El impacto de ese resultado repercutió en la comunidad empresarial, y ninguno de los otros megaproyectos fue considerado seriamente para su desarrollo. El Congreso peruano archivó el acuerdo en 2014 y todas las concesiones han expirado desde entonces. Aunque las anteriores propuestas resultaron inviables, varias inversiones a mediana y gran escala se han completado con éxito.

Antes de 2005, las cuencas amazónicas albergaban once centrales eléctricas con cerca de 1,7 GW de capacidad. Dicha cifra aumentó en 2018 en seis unidades con 1,3 GW de capacidad, e incluso se proyectó crecer en otras nueve centrales y 2,7 GW de capacidad para este 2023. Los mayores operadores del sector son empresas locales, muchas de las cuales han formado sociedades con inversores de Noruega, Italia, España, Francia, Israel, Chile y Estados Unidos.

La mayor parte del desarrollo se ha llevado a cabo en la cuenca del Marañón, que tiene el mayor potencial entre los tres principales afluentes amazónicos. La instalación a gran escala de Chaglla en el Río Huallaga, con 456 MW, fue inaugurada por Odebrecht de Brasil durante el 2016 y vendida a China Three Gorges Corporation al año siguiente, luego del escándalo de corrupción Lava Jato.

Ecosistema amenazado por la construcción de 20 megahidroeléctricas a lo largo del cauce del río Marañón. Foto: Conservamos por Naturaleza.

Aunque hasta la fecha los impactos del desarrollo hidroeléctrico han sido limitados, eso puede cambiar si la industria empieza a explotar los recursos hidrológicos del río Marañón. Tras la ausencia del proyecto en el río Inambari, el entonces Presidente Alan García emitió un decreto ejecutivo por el que se declaraba de interés nacional el desarrollo de infraestructuras hidroeléctricas y de regadío en el río Marañón, designación que acelera el desarrollo al facilitar las revisiones medioambientales y el acceso a los fondos públicos. La configuración de esa cuenca fluvial la hace especialmente atractiva para las instalaciones convencionales D&R donde, lamentablemente, su geoquímica y biodiversidad la hacen especialmente susceptible a los impactos ambientales.

Al igual que en el sur de Perú, los proyectos más problemáticos se sitúan en una zona donde el río Marañón atraviesa las estribaciones andinas. Esa sección del río posee 200 kilómetros de longitud y es el emplazamiento de tres posibles megaproyectos. Es muy improbable que cualquiera de estos tres proyectos D&R supere una revisión ambiental, ya que inundarían tierras de propiedad de los Awajún, conocidos por su oposición a los proyectos que infringen sus derechos territoriales. Más probable es el desarrollo de los 25 proyectos D&R en una sección de 500 kilómetros del río, que se encuentra por encima de Jaén y ubicado en las tierras altas de Perú Central.

 
 

El tramo es atractivo para los técnicos porque el río recoge drenaje de las montañas situadas al este y al oeste, mientras que el valle en forma de V ofrece múltiples oportunidades para embalses profundos con una significativa capacidad de almacenamiento. En 2014, Odebrecht inició estudios de factibilidad para represas en cuatro sitios potenciales. No obstante, ninguno había avanzado más allá de la etapa de EIA cuando el escándalo de corrupción Lava Jato estalló, acabando con la posibilidad de que dicha empresa pueda ejecutar proyectos en Perú.

En la actualidad, solo se está promoviendo una única presa hidroeléctrica para las secciones no andinas de la Amazonía peruana, el proyecto R-o-R de nombre Mazán, que estaría situado en un estrecho istmo que separa los ríos Napo y Amazonas, ubicado 25 kilómetros aguas abajo de Iquitos, y 40 kilómetros aguas arriba de la desembocadura del río Napo. Incluye una presa de 11 metros sobre el Napo que desviaría una fracción de la corriente de ese río por un canal a través del istmo de 3 kilómetros hasta el cauce principal del río Amazonas. La energía sería suficiente para la demanda energética de Iquitos y, potencialmente, abastecería una línea de transmisión propuesta entre Yurimaguas e Iquitos.

Existen numerosas razones para dudar de la viabilidad técnica y financiera de este proyecto, pero el Gobernador de Loreto sigue insistiendo en su viabilidad e importancia para el desarrollo de la región.

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Octubre, 2023

Infraestructura Hídrica