Zimbabue: agua para las escuelas, conocimiento para el futuro
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
El Fenómeno de la Sequía
Estamos colaborando para llevar agua y crear un huerto para 1.000 escolares cuyas familias luchan contra la sequía y la hambruna en una de las zonas más empobrecidas de Zimbabue. Estos escolares serán adultos en 2030. La consecución de los ODS depende de que la educación y el conocimiento hayan llegado a todos ellos. Para ello necesitan agua y conocimientos.
Estamos colaborando con World Vision en un proyecto para llevar agua y crear un huerto para 1.000 escolares en el distrito de Lupane, al oeste de Zimbabue. © World Vision
En verano de 2019, las fotografías de 55 elefantes muertos de sed en la principal reserva del país, el Parque Nacional Hwange, dieron la vuelta al mundo en los medios de comunicación y las redes sociales. Tristemente, se difundieron más que las imágenes del estrago humano de la hambruna que la sequía había provocado en el país. Sin embargo, sirvieron para divulgar la gravedad de una de las crisis climáticas y económicas más graves que ha sufrido el mundo en los últimos cinco años.
La crisis climática acaba siendo económica
A finales de ese mismo año, la ONU, que había venido alertando de la situación meses atrás, notificó que Zimbabue había perdido el 50% de sus cosechas y un 40% de cabezas de ganado. La persistente sequía que desde hacía tres años se había desencadenado en amplias zonas de la franja de tierras semiáridas y subhúmedas del África meridional estaba causando un drama humano sin precedentes, y un movimiento migratorio que las autoridades no podían controlar. El país ya había sido azotado por el ciclón Idai en marzo y sufrido inundaciones que causaron más de 400 muertos y dejaron 217 personas desaparecidas a lo largo de la frontera con Mozambique (ver el proyecto de ayuda a los damnificados).
El Programa Mundial de Alimentos (PMA), pidió ayuda urgente a la comunidad internacional para atender las necesidades de más de cuatro millones de personas, prácticamente la mitad del país, cuya nutrición estaba por debajo de los requerimiento mínimos marcados por la OMS. El PMA calculó el montante de la ayuda en más de 200 millones de USD para satisfacer las necesidades sólo en el primer semestre de 2020.
En 2020 llovió, pero no lo suficiente para paliar los daños causados. La crisis económica, endémica en el país durante la última década, coincidió y se agravó con la climática. La pandemia de la covid-19 desplazó la atención mediática internacional al desastre: inflación desatada, escasez de divisas y encarecimiento de los alimentos básicos debido a las malas cosechas, con el riesgo de extender la hambruna a la mayoría de habitantes del país.
El tercer país más vulnerable a la sequía
La falta de agua golpeaba una zona extremadamente vulnerable. La FAO y el PMA recordaban en sus comunicados un estudio realizado en 2019 sobre la vulnerabilidad agrícola de los países a la sequía, que ubicó a Zimbabue en tercer lugar, detrás de Botswana y Namibia, países de la misma franja climática caracterizada por la transición entre la semiaridez, la aridez y la sequedad de las tierras subhúmedas del sur de África. Las sequías recurrentes de estos últimos años han lastrado dramáticamente los esfuerzos del país por salir de la pobreza al comprometer notablemente los avances hacia el ODS 6, claves para conseguirlo.
Los datos acceso al agua y saneamiento de Zimbabue reflejan esta vulnerabilidad. Según el PCM, en 2020, el acceso a fuentes de agua seguras sólo estaba garantizado para el 30% de la población; mientras que casi el 7%, un millón de personas, seguían acudiendo al agua superficial para satisfacer sus necesidades. No hay datos recientes, pero los comunicados de muchas ONG y periodistas que han recorrido el país en plena pandemia atestiguan que con los cortes de suministro muchas familias han acudido a antiguos pozos y embalses para conseguir agua, incrementando una de las prácticas más inseguras para la salud de las personas.
En la actualidad, en muchos de los pozos que no se han secado, la insalubridad del agua ha aumentado a causa de la extracción excesiva sin medidas higiénicas y el retroceso de la capa freática. En muchas comunidades del oeste del país hasta 10.000 personas se abastecen de un solo pozo; mientras que en otras zonas, la población tiene que caminar más de 10 kilómetros para acceder a fuentes seguras.
Un ejemplo de la gravedad de la falta de suministro es la ciudad de Bulawayo, la segunda mayor de Zimbabue, donde el ayuntamiento está estudiando la posibilidad de reciclar el agua procedente de un embalse contaminado con aguas residuales ante la imposibilidad de garantizar la continuidad del suministro a sus 650.000 residentes.
El acceso al saneamiento y a los servicios de higiene se ha visto también perjudicado por la crisis. En la zonas rurales de Zimbabue, un 23% de la población, unos 3,5 millones, practica la defecación al aire libre, tasa que probablemente registrará un aumento en las estadísticas de 2021.
Agua para las escuelas
Ya antes de la crisis, la situación en las escuelas del país era precaria y la sequía la ha empeorado. En 2020, según el PCM, unos 360.000 escolares de Zimbabue no tenían acceso al agua potable en sus escuelas y casi 1,6 millones lo tenían limitado (cuando el tiempo de desplazamiento a la fuente de agua potable es superior a 30 minutos). Más de 155.000 no disponían de ningún tipo de instalaciones de saneamiento, y unos 1,67 millones de ninguna instalación de lavado de manos.
En el distrito de Lupane, al oeste del país, estamos colaborando con World Vision en un proyecto para llevar agua a la escuela y la comunidad de Ngubo. De los más de 109.000 habitantes de Lupane, un 74% vive en extrema pobreza, y su situación explicita claramente la vulnerabilidad de los que viven dependiendo de las condiciones meteorológicas. La inseguridad alimentaria, endémica la última década, se ha incrementado a causa de la sequía y la población lucha por mantener sus precarias fuentes de agua y en gestionar sus cultivos.
El proyecto se basa en la perforación de un pozo con bombeo impulsado por energía solar y en la instalación de sistema de distribución de agua para el consumo y la higiene. Además, creamos un huerto escolar con el objetivo de proporcionar a los estudiantes un suplemento nutricional y formarlos en las prácticas agrícolas como parte del currículo escolar. Ese huerto proporcionará también a la escuela una fuente de ingresos gracias a la venta de los excedentes.
La aportación más valiosa de los proyectos de ayuda es la creación de los Comités de Agua, que garantizan tanto la sostenibilidad de las instalaciones como el enriquecimiento de la cultura hídrica de la comunidad. En el caso de las escuelas, este aspecto cobra especial importancia, al conseguir convertir así a los escolares en agentes transmisores de conocimiento al resto de la comunidad. En la escuela de Ngubo, los estudiantes participarán también en el mantenimiento y reparación de las instalaciones, de forma que al acabar las clases puedan aplicar estos conocimientos en sus hogares y beneficiar a la comunidad.
Los escolares, base para lograr los ODS
En los 11 años que venimos desarrollando proyectos, hemos proporcionado acceso al agua, saneamiento e higiene a más de 86.000 niños y niñas y sus maestros, lo que ha beneficiado indirectamente a unas 56.000 personas de sus familias y comunidades. En este artículo puedes encontrar un resumen de todos ellos que se han llevado a cabo en 11 países.
En todos ellos hemos podido constatar que lograr el ODS 6 - y en realidad todos los ODS -, adaptarnos al cambio climático y mitigar sus efectos no será posible sin el acceso a la educación de los que ahora son escolares.
En las comunidades más desfavorecidas y ya asoladas por la crisis climática, los niños y niñas deben actuar como agentes activos en la creación de una sabiduría social que les haga resilientes. Conocer el clima, la agricultura, la gestión del agua y de las instalaciones de saneamiento les hará resistentes y resilientes. Son la esperanza de un planeta herido.
Fuente
Febrero, 2022