Fundación Aquae: 3. EL AGUA EN EL CONTEXTO DE PRESIÓN DEMOGRÁFICA EN EL SIGLO XXI
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
El Agua
Como ya se ha mencionado en el apartado anterior, la presión demo- gráfica en este siglo confirma las predicciones malthusianas en cuanto a ese crecimiento geométrico de la población, ya que hace 10.000 años, cuando empezó la revolución agrícola, el planeta contaba con un millón de habitan- tes, mientras que en el año 1000 había 310 millones de habitantes; en el año 2000 el número de habitantes sumaba 6.070 millones y en la actualidad la ci- fra supera los 7.300 millones de personas. Se prevé que a mediados del siglo XXI el planeta contará con 9.700 millones de almas, para llegar a final de este siglo a superar los 11.000 millones.
En la tabla 3 puede observarse la previsión de crecimiento de población en este siglo y la distribución del crecimiento en las distintas zonas del planeta. Obsérvese que las zonas con mayor estrés hídrico sufrirán una mayor presión demográfica. En el año 2050, Asia soportará una población de más de 5.000 millones de personas; y África, que en 35 años duplicará su población, en el año 2100 la habrá multiplicado por cuatro respecto a 2015.
Tabla 3. Evolución población mundial 2015-2100 (2016)
Vista esta evolución, la pregunta que emerge de forma inmediata es: ¿el pla- neta es capaz de soportar semejante presión?
En los últimos 200 años se ha conseguido dejar sin efecto la maldición mal- thusiana que nos pronosticaba un futuro incierto por la incapacidad de au- mentar la producción de los medios de subsistencia al ritmo del incremento de la población. De hecho, en los últimos 50 años hemos sido capaces de multiplicar por 2,5 la producción de alimentos, es decir, al mismo ritmo que lo ha hecho la población.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agri- cultura) prevé que hasta 2050 la producción de alimentos deberá incremen- tarse en un 70%. Para que esta cifra sea viable es indispensable una revo- lución tecnológica en la agricultura, así como implantar la racionalidad en el uso del agua.
Algunos proyectos merecen especial atención y denotan el posicionamiento estratégico de los países ante el reto de la agricultura y la presión demográfica.
La India está ejecutando un proyecto para aumentar en 35 millones de hec- táreas las zonas de regadío. Consiste en la interconexión de 46 ríos mediante 10.000 kilómetros de canales, con un coste total de 200.000 millones de dó- lares. Debe tenerse en cuenta que la India en el año 2050 llegará a un nivel de población de 1.700 millones de habitantes, superando los 1.400 millones de China.
Gráfico 6. Evolución de la población en la India (millones de habitantes)
Obsérvese el gráfico de la evolución de la población en la India. En un periodo de 35 años aumentará su población en 400 millones de personas, con lo que ello implicará en términos de requerimientos alimentarios.
En China, a pesar de la degradación del estado de sus aguas como conse- cuencia de los vertidos contaminantes, el Comité Central del Partido Comunista (PCCh) y el Consejo de Estado prometen un “progreso destacado” en la agricul- tura para el año 2020. Para ello, las autoridades anuncian el impulso para me- jorar la calidad y competitividad de sus productos agrícolas, a través de tierras agrícolas de alta calidad y agricultores profesionales que atiendan las demandas de la agricultura moderna. El objetivo es crear unos 53 millones de hectáreas de tierras agrícolas de alta calidad para el año 2020, que deberán ser altamente productivas para garantizar el cultivo de cosechas estables de manera amigable con el medio ambiente y capaces de resistir inundaciones y sequías.
También destacan algunos países como Colombia, que estima que, una vez fi- nalizado el conflicto con las FARC, podrá destinar más de cuatro millones de hectáreas a la agricultura.
Chile, consciente del aumento futuro de la demanda mundial en las próximas décadas, está desarrollando un proyecto, a lo largo del país, para poner en pro- ducción cerca de un millón de hectáreas de regadío, lo que permitirá duplicar el valor de sus exportaciones agroalimentárias y crear un millón de empleos.
También destaca la apuesta del Gobierno de Perú de desarrollar proyectos de regadío que pueden suponer un aumento de unas 360.000 hectáreas de regadío.
Es evidente que las expectativas de crecimiento poblacional están em- pujando a distintos países a emprender proyectos estratégicos relacio- nados con el agua y la agricultura, unos como elemento estratégico para impulsar su economía y otros para garantizar el autoabastecimiento de su población.
No obstante, en un estudio reciente (Water pollution from agriculture: a global review), la FAO advierte de la necesidad de cuidar el agua, ya que ante los requerimientos de incrementar la producción de alimentos, como consecuen- cia de la presión demográfica, se están degradando las masas de agua. La agricultura, con el uso de pesticidas y fertilizantes; la ganadería, con la ne- cesidad de atender a la demanda creciente de carne y derivados animales, hace que la concentración animal sea mayor y complica el tratamiento de los desechos, con el consiguiente impacto en las fuentes de agua próximas; asimismo, el aumento de la acuicultura implica una alta concentración en el vertido de heces y residuos en los distintos ámbitos acuáticos.
De ahí, la importancia de los tratamientos de depuración, sean estos para actividad urbana, agrícola, ganadera o industrial. Es imprescindible internali- zar los principios de la economía circular en todas aquellas actividades que impliquen el uso del agua. El líquido elemento es un bien escaso y a la vez el más vital para el mantenimiento de la humanidad en el planeta.
El peso creciente de las ciudades
Ya se ha enunciado la distribución geográfica del incremento poblacional, pero un elemento importante es cómo se configurará este crecimiento entre el ámbito rural y el urbano.
Una reflexión interesante es cómo se distribuirá el crecimiento poblacional, no tanto geográficamente —que ya se ha explicitado—, sino en términos de población rural versus urbana.
En el año 2015 la población que reside en áreas urbanas ascendía a 3.960 millones de personas, el 54% de la población total. Si se toma como referen- cia el año 1950, donde solo el 30% de la población vivía en zonas urbanas, se ha pasado de una población urbana de 750 a 3.960 millones de personas, lo que significa multiplicar por cinco la población urbanita en un periodo de 65 años. Pero si analizamos las predicciones para el año 2050, todo apunta a que el 66% de la población habitará en zonas urbanas, es decir, la cifra ascenderá a 6.300 millones de habitantes.
Según el análisis realizado por Naciones Unidas (World Urbanization Pros- pects 2014), del incremento previsto de 2.500 millones de habitantes en zo- nas urbanas, el 90% se concentrará entre África y Asia. Especial atención merece el aumento de población urbana en la India, China y Nigeria.
¿Qué consecuencias tendrán estas concentraciones humanas en el consumo de agua? Básicamente se pueden señalar dos efectos:
La población urbana tiene unos hábitos de consumo alimenticio y forma de vida que requieren un mayor consumo de agua.
Requerimientos de infraestructuras tanto para garantizar el abastecimiento de agua de esas aglomeraciones urbanas, como para garantizar un buen tratamiento de sus aguas residuales, evitar focos de contaminación y pre- servar los ecosistemas; así como disponer de la infraestructura necesaria que permita a las ciudades soportar conductas extremas del clima, tales como las lluvias torrenciales con las consiguientes inundaciones, y dis- poner de las infraestructuras de reutilización con el objeto de optimizar el uso del agua. Todo ello se concreta en hacer las ciudades más resilientes.3.1. Mayores requerimientos de agua de las sociedades urbanasEn cuanto a los mayores requerimientos de agua por vivir en zonas urbanas, podemos utilizar como referente la “huella hídrica” (profesor Hoeks- tra), que se define como el volumen de agua dulce usado para producir los bienes y servicios obtenidos por una empresa o consumidos por un individuo o una comunidad. Es decir, es el “agua que no vemos” pero que necesitamos para disponer de los bienes de consumo.A modo indicativo, China, donde cerca del 50% de la población es rural, tiene una huella hídrica anual de 700 m3 per cápita. La cifra aumenta muchísimo en el caso de EE. UU., donde llega a 2.500 m3 por habitante, y cerca se sitúa España con un requerimiento per cápita anual de 2.325 m3.Las necesidades de la vida urbana incrementan el requerimiento de la huella hídrica, tanto por los hábitos alimenticios del entorno urbano, como por la demanda de otros bienes de consumo.A modo de ejemplo, podemos citar la “huella hídrica” que se requiere para producir o fabricar bienes agrícolas o manufactureros: un kilogramo de carne requiere 16.000 litros de agua; 6.000 litros se precisan para producir un kilo de pollo; 200 litros para un vaso de agua; una taza de café requiere 140 litros
de agua; un microchip precisa 32 litros; una hoja din-A4 requiere 10 litros, una camiseta de algodón 2.700 litros y 10.850 litros de agua son necesarios para producir unos pantalones vaqueros.Por tanto, en la medida en que la vida urbana requiera una mayor huella hídri- ca es evidente que, si la población se concentra en las urbes, el consumo del agua directa e indirecta también crecerá con mayor proporción al aumento de la población.3.2. La necesidad de nuevas infraestructuras en las ciudadesLa presión demográfica sobre las urbes requerirá el desarrollo de in- fraestructuras para garantizar una mínima calidad de vida de la población. Esas infraestructuras en las ciudades serán tanto de vialidad como de transporte público, tratamiento de residuos y, evidentemente, relacionadas con el agua.En el ámbito del líquido elemento será preciso preservar la garantía de sumi- nistro. Para ello será imprescindible disponer de infraestructuras de abaste- cimiento, potabilización, producción de agua —tipo desalinizadoras cuando no haya fuente alternativa—, de manera que garanticen un acceso estable al recurso y más si tenemos en cuenta los impactos previstos por el cambio climático al que me referiré en el siguiente apartado.La consultora MAPLECROFT publicó en 2010 un ranking de países con mayores dificultades para el acceso al agua y pronosticó que en el futuro se agudizaría la situación, representando una amenaza para la estabilidad de los territorios.Los 10 países enumerados eran Somalia, Mauritania, Sudán, Nigeria, Iraq, Uzbekistán, Pakistán, Egipto, Turkmenistán y Siria. El déficit de infraestruc- turas es la causa que limita el acceso al agua, ya que en alguno de aquellos países discurren ríos de los más caudalosos del planeta.A modo de ejemplo podemos citar el Nilo que cruza Egipto y Sudán, dos países en la lista del difícil acceso al agua. El Nilo es el río más largo de África y su caudal medio es de aproximadamente 2.800 m3/s. Para que el lector se haga una idea de la capacidad de abastecimiento del Nilo, para suministrar a una población urbana de unos tres millones de habitantes es suficiente un caudal de aproximadamente 10 m3 por segundo.Otros países enumerados merecen especial mención, como Pakistán por el que discurre el río Indo; Turkmenistán y Uzbekistán por el que pasa el río Amo Daria; Iraq por el que discurren los ríos Tigris y Éufrates, y el río Níger en Nigeria.
Son claros ejemplos en los que el factor limitante no es el agua sino la gober- nanza. Pues para hacer posible el acceso al agua se requieren infraestructu- ras de transporte y potabilización, pero ello implica inversión, y para ejecutar la inversión se precisan recursos económicos. Los recursos pueden provenir tanto del sector público como del sector privado, pero para que el ámbito privado decida invertir es vital un entorno de seguridad jurídica y estabilidad institucional, de manera que se obtengan las suficientes garantías para los inversionistas.El cambio climático y la imprevisibilidad meteorológica obligan a contar con sistemas de abastecimiento lo más robustos posibles, ya que no hay ninguna duda de que las variaciones del clima cada vez resultan más extremas, por lo que las sequías tienen un carácter mucho más severo.En 2008, Barcelona sufrió una sequía tan severa que dejó a la ciudad y su área metropolitana a 15 días de iniciar restricciones y cortes de suministro, con el consiguiente impacto que hubiera tenido para el bienestar de los ciu- dadanos y para la economía de la ciudad. La situación fue tan límite que se llegó a transportar agua en barcos.Aunque se han ejecutado algunos avances, como la construcción de una desalinizadora y la reducción del consumo de los usuarios (gestión de de- manda), todavía existe una fragilidad extrema que podría tener consecuen- cias graves en caso de otro episodio de similares características.También las instalaciones de saneamiento son esenciales para la con- servación de nuestros ecosistemas. Una vez el agua se ha utilizado, es preciso que su devolución al medio se haga en unas condiciones que no perjudiquen el medio ambiente. Bien sean deposiciones industriales o ur- banas.Téngase en cuenta que en estos momentos tan solo el 20% de las aguas que se vierten en el planeta, después de ser utilizadas, son tratadas. Lo que signi- fica que el 80% del agua utilizada se vierte sin el menor cuidado del impacto sobre el medio ambiente y sobre la propia salud del ser humano.Tal como se ha mencionado, 2.500 millones de personas utilizan fuentes de suministro contaminadas por bacterias fecales. Por otro lado, en países que viven su revolución industrial, como China, el cuidado del vertido de las aguas residuales de origen industrial es nulo, produciendo el deterioro de las masas de agua, con un impacto demoledor sobre los ecosistemas y la salud humana.
El agua en la cumbre del climaEn la Cumbre del Clima en París (COP21), a final de 2015 —a la que después me referiré—, se consiguió un acuerdo histórico, que implicaría una reducción progresiva de la emisión de los gases de efecto invernadero (GEI) a partir de 2020. Constituyó, sin duda, un éxito de la comunidad internacional y una muestra de respeto hacia el planeta y nuestras generaciones futuras.Por sorpresa, en el mes de junio de este año, Donald Trump anunciaba su vo- luntad de retirar a EE. UU. del Acuerdo de París, anteponiendo el crecimiento económico a la conservación y mantenimiento del planeta, aferrándose al negacionismo sobre los efectos del cambio climático en el planeta.Semanas más tarde, a mediados del mes de agosto, la Agencia de Informa- ción de Ciencias Atmosféricas, Oceánicas e hidrológicas de Estados Unidos hizo público su informe anual sobre el “Estado del Clima”. El informe, firmado por más de medio millón de científicos de instituciones de todo el planeta, afirma, entre otras cosas, que 2017 ha sido el año más caliente jamás regis- trado, con sequías más largas, un descenso del hielo antártico y un número inusitado de ciclones tropicales y, lo que es peor, sus auspicios de cara al futuro no son precisamente halagüeños.Transcurridas apenas dos semanas desde su publicación, EE. UU. era azo- tado por los efectos de huracanes, tormentas tropicales e inundaciones, sin precedentes. Y desde que el presidente Trump anunciase su retirada del Acuerdo de París, otros dos continentes, África y el sur de Asia, sufrían los efectos devastadores de lluvias torrenciales y de una sequía atroz, con cer- ca de 2.000 víctimas mortales, millones de desplazados y cuantiosos daños materiales.De convertirse en irreversible el anuncio formulado por el presidente nortea- mericano, que representa la primera economía del mundo, sería, sin duda, una mala noticia y supondría una clara involución conceptual al respeto por la conservación de la humanidad y la preservación del bienestar de nuestras futuras generaciones.Sería deseable que en futuras cumbres se pusiera el agua como elemento esencial del acuerdo, ya que el bienestar del ser humano será directamente proporcional a cómo se utiliza y cuida el líquido elemento.El requerimiento de infraestructuras de saneamiento es imprescindible para que una aglomeración urbana no se convierta en un territorio degradado.
Todos tenemos en mente la imagen de los Juegos Olímpicos de Río de Janei- ro, en la bahía de Guanabara, donde los regatistas de vela colisionaban con todo tipo de residuos flotantes.Pero no es preciso viajar a determinadas latitudes para observar situaciones dan- tescas. Sin ir más lejos, el pasado verano, en el mar Menor (Murcia) saltaron todas las alarmas por la proliferación de algas tóxicas. La presencia masiva de fi- toplancton (algas unicelulares) fue un síntoma claro de la grave degeneración del ecosistema, ya que en una cantidad importante produce toxinas con un efecto negativo sobre los organismos marinos e incluso con efecto sobre el ser humano.¿El motivo de semejante desaguisado? Según los informes emitidos por Sa- lud, las causas son múltiples, pero la principal fue la eutrofización (acumu- lación de residuos orgánicos) producida por el vertido de aguas y residuos urbanos y agrícolas.Además del impacto ecológico, debe sumarse el impacto económico, pues no es de recibo que una zona con un potencial turístico de esa dimensión sea incapaz de cuidar uno de los activos más preciados de la zona.En 2014, España era el país con más expedientes sancionadores abiertos por la Unión Europea como consecuencia de vertidos. Esta situación responde a un déficit de inversión considerable e incomprensible, pues España es uno de los países con menor precio del agua de Europa.Naciones Unidas ha establecido el saneamiento como un elemento prioritario dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el horizonte 2030, al que después me referiré.Atendiendo a las situaciones de estrés hídrico, un vector de máxima rele- vancia serán las infraestructuras de reutilización del agua. Es decir, una vez el agua es utilizada, se recolecta y se trata en las depuradoras, existe la posibilidad de aplicar un tratamiento adicional, denominado terciario, que permite dejar el agua en condiciones para su uso como agua prepotable o para diversos usos ambientales, urbanos o industriales.Para ello es preciso que las autoridades sanitarias adecuen las normativas a la realidad actual y las Administraciones competentes tomen conciencia del potencial de esta alternativa, tanto para el uso urbano como para el industrial.Hoy en el área metropolitana de Barcelona se dispone de tratamiento terciario en varias depuradoras, destacando por su magnitud el caso de la depuradora
de El Prat que permite el tratamiento de 3 m3/s, lo que equivale al consumo aproximado de un millón de habitantes, y actualmente el efluente se vierte al mar la mayor parte del tiempo.Otras infraestructuras capitales para las ciudades son las relacionadas con las aguas pluviales para gestionar el fenómeno de las inundaciones, cada vez más frecuente en nuestras latitudes. De hecho, uno de los efectos que se evidencian vinculados al cambio climático es la conducta más extrema de los fenómenos meteorológicos, del mismo modo que las sequías son cada vez más extremas, también lo son los episodios de lluvia torrenciales, que desbordan los sistemas de recolección y contención de agua de nuestras ciudades. Las imágenes de las inundaciones sufridas en el norte de Reino Unido en 2014, con la devastación producida por las lluvias torrenciales, son un buen ejemplo.Para evitar estos desastres se requiere la suficiente infraestructura urbana que permita la recolección rápida de las aguas y la contención de las mismas. Pero ello es imposible si no se ejecutan importantes inversiones.Más lamentable resulta la situación en países con menor nivel de desarrollo, donde la aglomeración urbana crece en torno a un núcleo de servicios mí- nimos, con lo que prolifera el chabolismo y las viviendas con urbanización precaria. En esos casos las fuertes lluvias arrasan incluso las viviendas.En esta reflexión en torno al agua no podemos obviar el binomio agua-energía. Tan solo a modo de ejemplo en el verano de este año hemos visto cómo la se- quía disparaba la emisión de gases de efecto invernadero, como consecuencia de la reducción en la generación hidroeléctrica por la escasez de lluvias, com- pensando este déficit de generación con el uso de carbón y gas. Esta situación ha implicado un aumento del 71% de las emisiones a la atmósfera.Y en este punto, merece la pena destacar un proyecto de economía circular en Santiago de Chile, llevado a cabo por Aguas Andinas, en el que las de- puradoras actúan como “biofactorías”, de manera que se llega a un balance energético de cero emisiones como consecuencia del aprovechamiento de los subproductos y residuos resultantes de los procesos de depuración.Disponer de todas las infraestructuras necesarias en nuestras ciudades signi- fica prepararse para tener unas ciudades resilientes. El término resiliencia está muy de moda para las ciudades. La Real Academia de la Lengua Españo- la define la resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado de situaciones adversas”; también en
cuanto a los materiales define resiliencia como la “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. Por tanto, la resiliencia en las ciudades, según UN-Habitat, corresponde a aquella capacidad que tienen de resistir y de recuperarse de cualquier cambio e impactos que sufra el sistema.Es evidente que el cambio climático pondrá a prueba la resiliencia urbana. Siendo realistas, nuestras urbes no están preparadas, en su mayoría, para pa- sar una prueba de resiliencia, ya que la existencia de sequías extremas, inun- daciones, aglomeraciones humanas con escasos sistemas de saneamiento requiere todavía de importantes inversiones que permitan asumir este reto.Fuente:
Autor: Albert Martínez LacambraSetiembre 2017