Fundación Aquae: 2. EL AGUA EN EL PLANETA Y SUS USOS. LA RELEVANCIA DE LA AGRICULTURA
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
El Agua
El 70% del planeta está cubierto de agua. Del agua existente, el 97% es salada y entre el 2,5% y el 3%, dulce. El hielo supone un 70% del agua dulce, lo que representa que el agua disponible corresponde al 0,77% de los recursos hídricos del planetaGráfico 2. Composición del agua en el planetaGráfico.
2. Composición del agua en el planeta
Las precipitaciones anuales equivalen a 119.000 km3, de los que el 38%, es decir, 45.000 km3, es “agua azul”, mientras que el 62% corresponde a “agua verde”.
La denominación de agua azul y verde fue introducida en 1995 por el profesor Malin Falkenmark y hace referencia, en el caso del agua verde, al flujo de re- torno del agua a la atmósfera como consecuencia de la evapotranspiración. El agua azul corresponde al agua en ríos, lagos, embalses, lagunas y acuíferos.
El agua verde es la fuente de la agricultura de secano, mientras que la agricultu- ra de regadío por lo general utiliza agua azul, suplementando el agua de lluvia.
Con posterioridad a estas denominaciones de agua verde y azul, Arjen Y. Hoe- kstra, en su análisis sobre la huella hídrica, introdujo el concepto de “agua gris”, que corresponde al agua contaminada por la producción de bienes y servicios. Convertir esa agua gris en agua azul, es lo que permite un desarrollo sostenible.
La reutilización del agua, la segunda vida del agua, es esencial en entornos de escasez hídrica, como fuente de abastecimiento. Para ello es imprescindible que se realicen importantes niveles de inversión en sistemas de depuración y tratamiento del agua resultante.
La cifra de agua azul del 0,77% de los recursos acuíferos del planeta puede parecer escasa para la subsistencia del ser humano, pero si se realiza un uso racional del líquido elemento, así como un cuidado del medio ambiente, la can- tidad debe resultar suficiente. De hecho, como ya se menciona en la introduc- ción, Naciones Unidas considera que los conflictos en torno al agua emergen por una cuestión de gobernanza, más que por una cuestión de recursos.
Pero el sentido de la gobernanza en torno al agua debe ir mucho más allá de dirimir los conflictos de las cuencas transfronterizas. Para que exista una correcta administración de los recursos hídricos, los poderes públicos deben tomar conciencia de cuáles son los elementos más esenciales para garantizar un uso racional del agua y preservar los ecosistemas y el medio ambiente.
Gráfico 3. Uso del agua
Las primeras preguntas que debemos responder son en qué y cómo se utiliza el agua. El gráfico 3 ilustra la distribución de los usos del agua. El 70% del agua sedestina a la agricultura, el 12% a usos urbanos y el 18% a actividades industriales. 18% Usos industriales
Es interesante analizar cómo se genera el PIB mundial. De los 78 billones de dólares de riqueza que contabiliza el planeta, el 3,9% lo genera el sector primario, el 27,6% la industria y el 68,5% corresponde a servicios.
Gráfico 4. PIB mundial 2016
Significa que quien consume el 70% del recurso más vital de nuestro planeta produce cerca del 4% de la riqueza de nuestro sistema económico. ¿Implica eso que deben confrontarse usos del agua en función de los rendimientos económicos? ¡Ni muchísimo menos!... Es evidente que la agricultura desde hace 10.000 años, con la revolución agrícola, es la base de la subsistencia y desarrollo del ser humano.
La reflexión que procede es si el entorno agrícola trata el agua con la suficien- te racionalidad, ya que tanto el agua como la tierra son bienes escasos. Por tanto, la cuestión es cómo optimizar su uso.
A modo de ejemplo, en España se contabilizan aproximadamente 17 millones de hectáreas de cultivo. De estas, 3,6 millones de hectáreas corresponden a regadío, de las cuales 978.000 tienen sistemas de riego sin modernizar que consumen entre un 40 y un 50% más de agua.
¿Cuántas más hectáreas se podrían convertir en regadío con el agua exce- dentaria, fruto de la modernización de los sistemas de riego? Probablemente la cifra rondaría las 400.000 o 500.000 hectáreas, lo que posibilitaría el au- mento de la superficie de regadío en España en más del 10%, con la conse- cuente mejora de productividad del campo.
La superficie cultivada en el mundo (tabla 1) es de 1.557 millones de hectá- reas, y de estas, 324 millones corresponden a superficie de regadío, es decir, el 20% del total. En este 20% de superficie agrícola se concentra el 40% de la producción de alimentos, debido a una mayor productividad.
Tabla 1. Evolución tierras de cultivo
La riqueza generada por la industria supone el 27,6% del PIB mundial, mien- tras que la de los servicios representa el 68,5%.
Como se ha mencionado antes, el peso en la generación de riqueza nunca se debe plantear en términos de “derecho” a capturar el recurso, pues la agricul- tura es el sector esencial en la garantía alimentaria del ser humano y, por tan- to, es básica para que el resto de los sectores se ponga en funcionamiento.
En 1961, el planeta contaba con una población de 2.980 millones de seres humanos y disponía de una superficie de cultivo de 1.368 millones de hec- táreas, de las que el 10% era regadío. Lo que suponía que la superficie de cultivo era de 0,46 hectáreas por habitante.
Cincuenta años más tarde, en 2015, la superficie destinada a la agricultura ascendía a 1.557 millones de hectáreas, de las que el 20,8% correspondía a regadío. En medio siglo la superficie destinada a la agricultura se incre- mentó cerca del 14%, mientras que la población se multiplicó por 2,5, es decir, aumentó un 150%, pasando de 2.980 a 7.350 millones de habitantes.
Gráfico 5. Evolución de las tierras de cultivo 1961-2008 (2011)
El ratio actual de superficie per cápita destinado a la agricultura se sitúa en cerca de 0,22 hectáreas por habitante. Es decir, la superficie agrícola por ha- bitante se ha reducido a la mitad.
¿Qué ha ocurrido en términos de producción agrícola? Es evidente que la productividad del campo ha crecido de forma exponencial, ya que en esta etapa la producción de alimentos se ha multiplicado por 2,5, prácticamente lo mismo que la población, con un incremento de la superficie cultivada tan solo del 14%.
Cabe destacar que la superficie destinada al regadío se ha incrementado un 130%, mientras que la superficie de secano prácticamente es la misma que hace medio siglo, con un ligero incremento del 0,3%.
La intensificación del regadío, así como la tecnificación e industrialización del campo han permitido doblar la productividad de la agricultura.
En los próximos años es clave que la productividad de la agricultura siga au- mentando con la mejora de regadíos y con todo tipo de avances tecnológicos, tanto en la gestión de la plantación como sobre las propias plantas, ya que en 2050 la población se situará alrededor de los 9.700 millones de habitantes, y la FAO calcula que la producción de alimentos deberá aumentar un 70%.
La reciente adquisición por parte de la alemana Bayern de la compañía nor- teamericana Monsanto, líder mundial en semillas y tratamientos, por 66.000 millones de dólares, responde a un claro posicionamiento estratégico para convertirse en referente y líder mundial en los próximos años, en los que serán clave la tecnología y la ciencia en la agricultura para aumentar así la productividad de la tierra.
La profecía de Malthus no se ha cumplido
Hasta el día de hoy hemos conseguido superar el fatídico pronóstico que rea- lizó Thomas Malthus, hacia 1800, sobre el previsible colapso de la humanidad por la falta de alimentos, ya que sostenía que la población crecía de forma geométrica, mientras los medios de subsistencia lo hacían, en el mejor de los casos, de forma aritmética, lo que podía hacer inviable atender a las necesi- dades de esa población creciente.
Si observamos la evolución de la población en la tabla 2, es evidente que T. Malthus realizó un pronóstico acertado en cuanto a la presión demográfica que estaba por venir, ya que entre el año 1000 y el 1800, es decir, en 800 años, la población aumentó en unos 300 millones de habitantes, mientras que en los siguientes 200 años la población se multiplicó por 6, pasando de 978 millones de habitantes a 6.070 millones. Y si tomamos la previsión para el 2050, la cifra asciende a los 9.725 millones de habitantes. Es decir, en 250 años la población se multiplicará por diez.
Tabla 2. Evolución población mundial
Evolución tierras de cultivo
Afortunadamente falló su pronóstico en cuanto a la capacidad de generar los medios de subsistencia, ya que el ser humano ha sido capaz de producir alimentos suficientes para afrontar la presión demográfica.
Sí que es cierto, no obstante, que según la FAO 925 millones de personas sufren desnutrición crónica. Alguien podría afirmar que el malthusianismo ya lo pronosticó, pero esas situaciones no responden a la falta de capa- cidad global de generar medios de subsistencia, sino a la torpeza de la distribución y, a menudo, a problemas de gobernanza. No perdamos de vista que cada año producimos 3.000 millones de toneladas de alimentos y un tercio, es decir, prácticamente 1.000 millones, perecen y nunca llegan a consumirse.
El agua es clave para afrontar la presión demográfica que se nos avecina, pero las zonas con mayor estrés hídrico son aquellas que en este siglo sopor- tarán mayor presión demográfica.
Obsérvese el mapa 1, en el que se ilustran las zonas de mayor estrés hídrico. Estos ámbitos territoriales soportarán la mayor presión demográfica durante este siglo.
Mapa 1. Distribución del agua en el planeta (2013)
En la actualidad, más del 50% de la población vive en zonas vulnerables des- de el punto de vista del estrés hídrico. Es decir, con una cantidad de agua per cápita que no supera los 2.500 m3. Y de estos, 1.200 millones de habitantes lo hacen en zonas de escasez.
Las aguas subterráneas, clave para el futuro
Una fuente esencial para la agricultura y el consumo humano son las aguas subterráneas, ya que, según la FAO, suponen el 43% del agua de regadío y un 50% de la población las utiliza para su consumo. Hay 2.500 millones de personas que se abastecen únicamente de aguas subterráneas.
En el mapa 2 pueden observarse las zonas donde se configura la mayor so- breexplotación de los recursos subterráneos. De hecho se estima que el 20% de los acuíferos está sobreexplotado, con lo que ello comporta en términos de salinización y desequilibrio medioambiental.
Sorprende el poco cuidado y atención que reciben las aguas subterráneas, si consideramos su importancia tanto para la agricultura como para el consumo humano.
Como ya se ha mencionado, la gobernanza no solo estriba en cómo adminis- trar los recursos de las cuencas transfronterizas, sino en cómo gobernar los recursos disponibles, evitando la sobreexplotación, exigiendo un uso racional y restituyendo el agua utilizada en el medio natural en condiciones adecuadas evitando la contaminación.
El tratamiento y la depuración de las aguas residuales, tanto las que corres- ponden a la población como a la industria, son esenciales para la preservación de los ecosistemas y el buen estado de las aguas subterráneas y superficiales.
Un 25% de la población, es decir, unos 1.800 millones de habitantes, utiliza fuentes de abastecimiento contaminadas con bacterias fecales. Las infraes- tructuras de depuración son imprescindibles para contribuir a la salud y bienes- tar del ser humano.
Frenar la contaminación de origen industrial
Asimismo, el tratamiento de aguas industriales es clave para garantizar un agua no contaminada para el regadío y el consumo humano. Evitar el vertido de metales pesados y productos químicos pasa por disponer de infraestruc- turas de depuración.
Países como China, que están viviendo su revolución industrial, estresan al límite el uso de los recursos naturales y al igual que sus niveles de contami- nación atmosférica son elevados, también lo es el nivel de contaminación de sus aguas, fruto del nulo tratamiento de las aguas residuales, tanto las urbanas como las industriales. En China se estima que el 80% de las aguas de sus ríos sufren degradación como consecuencia de los vertidos industriales y urbanos.
Los porcentajes de tratamiento de las aguas residuales resultan alarmantes ya que, en el ámbito mundial, tan solo el 20% de los vertidos de agua es tra- tado, es decir, el 80% de los vertidos no recibe ningún tipo de tratamiento, lo que se traduce en focos de contaminación.
Hoy, en el siglo XXI, no hay actividad que se justifique, por muy productiva que sea, que no respete los principios básicos de la economía circular, es decir, una economía eficiente y respetuosa en el uso de los recursos natu- rales. La reducción de costes de cualquier actividad no puede, bajo ningún concepto, justificar la depredación de los recursos naturales. Por tanto, la cuestión es ir abandonado la economía lineal, en la que los recursos se tratan como bienes inagotables, para concebir las actividades bajo preceptos de economía circular.
Mapa 2. Aguas subterráneas
Fuente:
Autor: Albert Martínez Lacambra
Setiembre 2017